Suspensos

Juan Carlos Girauta-ABC

  • Estas elecciones se han parecido a las de 2016 como dos gotas de agua

Cada tanto, alguna peripecia de la realidad pública o privada me lleva a evocar a los hermanos Coen. Una frase en concreto. Si no recuerdo mal, es la última que se pronuncia en una alambicada cinta. En no pocas obras de Joel y Ethan Coen todos los personajes son idiotas. Veo ahí la clave de su éxito. Suele dar reparo a artistas y escritores trabajar solo con ese material. ¡Un idiota vale, pero todos…! De entrada parece que el autor vaya a condenarse a parir una obra igualmente estúpida. Nada más lejos de la verdad. Por ir directos a la cima, sabe que no es así cualquiera que haya disfrutado de Bouvard et Pécuchet, la maravillosa obra póstuma e inacabada de Gustave Flaubert.

Volviendo a los cineastas estadounidenses, al final de su memorable y disparatada Quemar después de leer, un jefe de la CIA le pregunta al exagente encarnado por John Malkovich: «¿Qué hemos aprendido?». ¿Qué han aprendido de una historia absurda marcada por las decisiones imprevisibles de un grupo de imbéciles? Los personajes no pueden responder a la pregunta y, como resultado, se quedan entre embobados y hechizados. No hay respuesta posible porque lo sucedido carece de sentido. Y por mucho que obvien esa posibilidad, y por evidente que resulte para un hombre cabal que su principal papel en el mundo consiste en buscarle y encontrarle sentido, y aunque tengamos que admitir que el jefe de un servicio de inteligencia está doblemente obligado a ello, no encontrarán sentido alguno. No han aprendido nada. Es un final hilarante y glorioso, rematado por un efecto de ascenso de la cámara, a lo Google Earth, desde el despacho de los atónitos espías hasta el espacio exterior.

¿Qué hemos aprendido de las elecciones presidenciales estadounidenses? Una cosa está clara: de las anteriores nadie aprendió nada. Al menos nadie que hable en la tribuna pública. Y estas elecciones se han parecido a las de 2016 como dos gotas de agua: predicciones casi unánimes de holgado triunfo para el candidato demócrata. Solo conozco la excepción de un analista americano de segunda fila que quizá ahora pase a la primera si el resultado vuelve a darle la razón.

En ambas convocatorias, el anuncio masivo de la gran ventaja de Biden ha venido pringado de una curiosa inquina hacia su contrincante. Y como tanta inquina no puede ser genuina, por fuerza se nos desvela (cae el velo) como la contraseña de un club demasiado numeroso para ser interesante, como un mecanismo de identificación y reconocimiento de la correspondiente tribu: politólogos, corresponsales, analistas y demás expertos. Ay los expertos, qué año están teniendo.

Personalmente, me trae al pairo si los especialistas han trabajado mucho o poco. El ingeniero que siempre diseña mal el puente, el cirujano que una y otra vez opera la pierna equivocada no se justifica con las muchas horas y la arcana metodología utilizada. La gente quiere resultados. Punto.