JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS-EL CONFIDENCIAL
- En la operación Bankia-CaixaBank la deslealtad por ocultamiento ha corrido a cargo del presidente y de Nadia Calviño. Este es un Gobierno que se mueve con componendas
Cuando se acordó el actual Gobierno de coalición, Pedro Sánchez afirmó que el PSOE aportaba su “experiencia” y Unidas Podemos su “valentía”. También dijo que lo que en abril de 2019 fue una oportunidad, en noviembre de ese año se había convertido en una “necesidad histórica” (la coalición). Ahora ya estamos al cabo de la calle sobre la significación última y más prosaica del cogobierno entre socialistas y morados: un mero reparto de poder tras el fracaso de los dos partidos en las elecciones del 10-N. Pero repleto el reparto de reservas mentales, de opacidades y de desconfianzas.
En todos los gobiernos de coalición hay discrepancias. Pero son más las coincidencias. En nuestro caso cuesta más encontrar en qué asuntos están de acuerdo el PSOE y UP que detectar en los que no discrepan. O por mejor decir: el desacuerdo es la regla general y la coincidencia la excepción. El penúltimo desencuentro encierra una especial gravedad: Pablo Iglesias y los suyos han sido burlados por el presidente del Gobierno y por la ministra de Economía en la gestación de la fusión entre CaixaBank y Bankia.
Cuesta más encontrar en qué asuntos están de acuerdo el PSOE y UP que detectar en los que no discrepan. El desacuerdo es la reglaQue UP iba a discrepar de esa operación, estaba cantado. Que Iglesias y Garzón deseaban una banca pública –por anacrónica y disfuncional que sea y a pesar de disponer España del Instituto de Crédito Oficial- era archisabido. La cuestión es sí, en este caso, la deslealtad ha corrido de cuenta del PSOE o no. Y sí, hay que atribuírsela a los socialistas. Como a populistas y comunistas hay que hacerlo sobre la monarquía parlamentaria propugnando la III República “plurinacional y solidaria”.
Aquí no estamos ante un supuesto que concierne solo al presidente del Gobierno –como el aval y respaldo a la expatriación del rey emérito- sino ante una decisión de política económica de primera magnitud. Y mucho más cuando Bankia es de capital mayoritariamente público a través del FROB (60%) y recibió más de 20.000 millones para su rescate que, lógicamente, debe aspirarse a recuperar.
Pedro Sánchez y Nadia Calviño debieron haber informado de la operación bancaria en ciernes a Iglesias en su condición, no tanto de vicepresidente competente (que no lo es), sino en la de socio gubernamental. Y debieron haberlo hecho retándole a su máxima discreción y apelando a colegiación de las decisiones del Ejecutivo. Cierto es que el secretario general de Podemos hubiera podido reventar el acuerdo con una filtración, pero el presidente debió correr ese riesgo, arrastrando sus posibles consecuencias.
Tal vez el nuestro sea un Gobierno pero en absoluto lo es de coalición, porque para serlo hay que mostrar afinidades de manera constante y establecer relaciones cualificadas de colaboración. Y no. No las hay. No las hay sobre la monarquía, no las hay sobre los socios que harían posibles o imposibles los Presupuestos Generales del Estado, no las hay sobre fiscalidad, no las hay sobre la normativa laboral y de libertad sexual, no las hay en determinados aspectos de las relaciones internacionales, no las hay en el manejo de la coordinación de los asuntos educativos con motivo de la pandemia –lo que afecta tanto al ministerio de Educación como de Seguridad Social-, no las hay en relación con el modelo territorial del Estado…¿En qué están de acuerdo los socios de Gobierno?
La interrogante se responde con facilidad: en permanecer en él. Porque, por resumir, les separa y distancia el modelo económico, social, político y cultural que maneja el PSOE y solo les vinculan las debilidades recíprocas. Es verdad que duran más los matrimonios de interés que los que se sellan por amor. Y en los Gobiernos de coalición, el miedo guarda la viña. Pero ¿hasta cuándo? Una pregunta de difícil respuesta porque si estos desencuentros irresolubles les llevan a romper el acuerdo gubernamental, pierden los dos.
Es verdad que duran más los matrimonios de interés. Y en los Gobiernos de coalición, el miedo guarda la viña
El PSOE carece de mayoría y quedaría en manos de la oposición y UP, sin poder territorial y con las encuestas de espaldas, podrían entrar en colapso.
La izquierda –la del PSOE y la extrema de UP– no han encontrado una fórmula de cogobierno unitario, ni un acuerdo de colaboración auténtico; sino que se han juntado para no caerse, al modo que lo ha hecho la derecha en los gobiernos autonómicos de Madrid, Andalucía, Murcia o Castilla y León. Las coaliciones funcionan mejor entre los leales discrepantes que entre los desleales afines, o que se tienen por tales. De ahí que no sea cierto que la ecuación de la coalición se nutra de la “experiencia” de este PSOE y la “valentía” de Unidas Podemos. El Consejo de Ministros es una superposición de ministerios y una yuxtaposición descoyuntada de ministros socialistas y morados que se relaciona con trampas recíprocas.
Este Gobierno está pidiendo a gritos un reseteo completo y total porque navega desarbolado y con el velamen rasgado. Sin motor. A empujones. A sustos. A componendas. Y todo tiene un límite. Por mucho que su funcionamiento merezca, cínicamente, una “positiva” opinión a su presidente según les dijo a los empresarios en el acto narcisista de la Casa de América el lunes de la semana pasada y lo repita de manera tan insincera como constante.