DAVID GISTAU – ABC – 16/10/15
· El modelo de nacionalismo con el que encuentro más semejanzas en la España actual es el peronista.
Megusta imaginar que los vástagos de la Mafia son acompañados en el ambiente rural de Sicilia al lecho nupcial como Mas a los tribunales. Como en romería, sustituidos los cayados de los romeros por las varas de mando con las que en Barcelona se erizó ayer como tropa alabardera el nacionalismo. El novio se gira, consciente de que el gesto que hará tiene cursada una invitación a la posteridad, y junta los dedos en promesa priápica.
Me gusta imaginar después a los amigos del novio y a las ancianas enlutadas que aguardan delante del tribunal a que se consume el acto y alguien cuelgue del balcón la sábana manchada de sangre que prueba la inocencia. ¿Cómo castigar el amor, el destino manifiesto, las urnas? ¿Cómo sancionar todas estas legitimidades sentimentales a las que debe subordinarse la ya gastada de la ley, que no representa sino la eterna entrada tanquista a la que es lícito, e incluso obligado, desobeceder?
El modelo de nacionalismo con el que encuentro más semejanzas en la España actual es el peronista. La patota, la infantería social encuadrada en columnas, los ediles militarizados. La superstición original y la manipulación histórica son de distinto argumento, pero la cohesión de la columna es idéntica, si cabe más predispuesta a la pistola en el caso del peronismo: «Ocupar las calles con palos y cadenas», pedía Perón antes de completar con propaganda la otra ocupación, la mental. Todavía ahora, las columnas que arma el peronismo son más exóticas que las del nacionalismo. En una de las últimas, la que entró en plaza de Mayo para dispersar una cacerolada ciudadana, a la cabeza iba un secretario de Comercio con su propio elemento de disuasión patotera: «Acero» Cali, excampeón mundial de «kick-boxing» cuya capacidad de intimidación no podría ser igualada por Junqueras ni aunque se vistiera con los leotardos y una máscara del «pressing-catch».
La patota catalana persigue el mismo propósito que la peronista. Enviar el mensaje de que existen seres políticos en un plano de inmunidad superior al de cualquier ley que no sea la propia y que además disponen de la fuerza necesaria para desalojar de la calle a quien se la dispute. Sobre todo, de que no es posible aislar al individuo para introducirlo sin más en los cauces judiciales rutinarios. No hay individuos. Están todos encuadrados. No hay conductas personales. Están la causa y sus soldados, está el Movimiento.
Y quien trate de enfrentarse a uno solo se encontrará, alineada delante de su misma puerta, a la columna entera. Como siempre ocurre con la coacción nacionalista, la que regurgita como épica fatalista todos sus inconvenientes, de lo que se trata es de disuadir al sistema obligándolo a preguntarse si de verdad le conviene meterse por remilgos legales en ciertos líos o si no sería mejor renunciar. Es decir, lo que doblegó a Rajoy el 9-N, exactamente eso: el miedo a la patota, aunque traiga en cabeza a cantautores y a cursis en vez de a pistoleros y al «Acero» Cali.
DAVID GISTAU – ABC – 16/10/15