Santiago González, EL MUNDO 19/12/12
Ayer entraron en vigor las tasas de Justicia, tasas justicieras podríamos llamarlas, que el ministro de la cosa ha instituido para que el personal no pleitee sin ton ni son. El ministro Gallardón / tiene un don / y un ansia de cobrar tasas / que te pasas. Ha conseguido el hombre soliviantar a todos los jueces, el pronunciamiento en contra del Consejo General del Poder Judicial / no está mal, y al fiscal general del Estado / por su lado.
Yo creo que a este hombre lo interpretan mal. Éste es un país que ha vivido muchos años instalado en la utopía del gratis total y eso es algo que tiene que acabarse. Como dice LuisGaricano en el título de su blogNada es gratis, y menos que nada la Justicia; vale más que nos vayamos enterando para no pleitear a lo tonto, gastando pasta del erario público. Antes se cobraban los recursos a empresas que facturaban cantidades importantes al año, unos millones de euros, mientras el trámite era gratuito para ciudadanos del común. ¿No hemos dicho siempre que la ley es igual para todos? Pues ahí están las tasas, para llevar al terreno de la realidad un eslogan tan hermoso.
La gente, que nunca está contenta con nada, se teme que ahora en los pleitos se puede uno gastar más en la salsa que en la perdiz y un mero cálculo racional le disuadirá del empeño. Un suponer: si le ponen una multa de 100 euros, recurrirla le va a costar 200. ¿Puede haber una prueba mayor de ecuanimidad? A usted le ponen una multa, ese impuesto que nos pone la autoridad por hacer las cosas mal, al decir de BenjaminFranklin, y usted la recurre. En el caso de que gane, pagará el doble que si hubiera acatado disciplinadamente la sanción. Si pierde, pagará el triple. Perdonen que les cuente un caso personal, pero Gallardón me ha disuadido de pelear con mi autoridad municipal. Resulta que habiendo aparcado antirreglamentariamente (encima de una acera, no diré más) por una gestión urgente, al volver al coche me encontré a dos guardias iniciando el trámite de la multa. Extremé mi don de gentes, explicando a los agentes la cuestión.
Uno de ellos me echó una regañina para decirme en tono paternalista y algo perdonavidas que «ya pensaré si le sanciono». Fue que sí, pero en el boletín de la denuncia incurrió en lo que podría constituir delito -o falta-; doctores tiene la santa de falsificación de documento público, en el caso de que una multa lo sea, al especificar que la denuncia no había sido notificada al conductor «por hallarse ausente». A mí me apetecía pleitear, pero tal como lo ha puesto Gallardón me sale más a cuenta pagar los 90 euros que pagar 290 si pierdo y sólo 200 si gano. Por el precio de una multa y el recurso, puede usted divorciarse, que cuesta 300 euros. Pleitear si le despiden del trabajo sale por 500; sólo conviene en caso de que no le den la mínima indemnización que permite la reforma laboral, así está el tema.
«Pleitos tengas y los ganes», reza un dicho popular que explica muy bien el santo temor que a las clases populares les embargaba ante la sola idea de ir ante los ropones. Eso sin contar con lo que la experiencia tiene de lotería. ¿Cómo va a fiarse uno de una dama, la Justicia, que está representada por una dama ciega?
Santiago González, EL MUNDO 19/12/12