Cataluña necesita pedagogía. Desmontar el mito. Mirarse al ombligo no es una idea avanzada. Ni tampoco rentable. Mal negocio para Cataluña intentar hacerse enojosa ante el resto de España con dislates como el de ayer del Parlament o con pantomimas como el pseudorreferéndum independentista del próximo domingo.
El nacionalismo opera así: el mito se sobrepone a la realidad, se idealiza una historia común y se extreman los ribetes identitarios. El objetivo es fomentar la extrañeza respecto al hecho común español para llegar al objetivo final, que aunque a veces se enmascara por tacticismo, siempre es el mismo: la independencia, la melancólica y estéril utopía de un mini-Estado propio.
Ese teatro del absurdo se repite de manera pasmosa en el manejo que hace el poder catalán de la política lingüística. La tozuda realidad es la siguiente: el 55% de los vecinos de Cataluña son castellanohablantes de cuna; el español es el idioma de uso común del 45,9% de los catalanes; mientras que el 35,6% emplean el catalán, y el resto, ambos. Es decir: el español, el idioma prohibido en las escuelas y en los rótulos del comercio, es en el mundo real la primera lengua de Cataluña. Pero por un desbarre de índole kafkiana, el castellano está proscrito desde la Generalitat. Y sucede con la aquiescencia del PSOE, que pasaba por ser uno de los dos partidos medulares españoles, hasta que se convirtió en Cataluña en un partido abiertamente nacionalista mientras Zapatero silbaba y los santones del partido callaban. Una escalada de proporciones casi lisérgicas, que ayer tuvo una nueva vuelta de tuerca en el Parlamento catalán. Con los habituales eufemismos buenistas, quedó aprobada una resolución que invita a desoír las sentencias del Supremo que defienden el derecho de los padres que así lo desean a que sus chavales reciban educación en español. Un nuevo ejemplo de deslealtad institucional y de pisoteo a las reglas de juego.
Cataluña necesita pedagogía. Desmontar el mito. Mirarse al ombligo no es una idea avanzada. Ni tampoco rentable. Mal negocio para Cataluña intentar hacerse enojosa ante el resto de España con dislates como el de ayer del Parlament o con pantomimas como el pseudorreferéndum independentista del próximo domingo.
Luis Ventoso, ABC, 8/4/2011