JON JUARISTI-ABC

  • El panorama electoral de 2023 se presenta tan oscuro e incierto como el reinado de Witiza

Se extiende el temor de que los socialistas y sus aliados no acepten pacíficamente una posible victoria de la derecha en las elecciones legislativas de 2023. Creo que es una preocupación razonable, pero no hay motivo aún para suponer que la forma que pueda adoptar, en tal supuesto, una reacción hostil de los hipotéticamente derrotados se parezca a la insurrección de 1934 contra la ‘República de las derechas’, que inició el ascenso hacia nuestra guerra civil. En cualquier caso, hay unos cuantos factores que invitan a suponer que la transición a una legislatura del PP no sería fácil. Me limitaré a enumerarlos:

Primero, la probada personalidad vindicativa y rencorosa de Pedro Sánchez. En cierto sentido, este tipo de personalidad caracteriza a gran parte de la humanidad de nuestro tiempo, sean cuales sean sus preferencias políticas, pero, desde que la izquierda existe, ha definido siempre su perfil dominante, por encima de la legítima aspiración a una mayor justicia social, de manera análoga a la preeminencia histórica, en la derecha, del miedo a la pérdida del privilegio sobre el celo por la libertad individual. Ahora bien, en el caso de Sánchez, el único rasgo perceptible ha sido la obsesiva necesidad de resarcirse de humillaciones recibidas (en primer lugar, desde su propio partido) mediante un ejercicio despótico y arbitrario del poder, lo que inclina a pensar que no aceptaría deportivamente una eventual derrota.

En segundo lugar, el carácter frentepopulista de la base en que se asienta el poder del sanchismo. Desde el mismo momento en que el PNV desveló cuál iba a ser el sentido de su voto en la moción de censura contra el gobierno de Mariano Rajoy, el 1 de junio de 2018, el conjunto de fuerzas que apoyaba a Sánchez se constituyó tácitamente como un remedo del Frente Popular de 1936, que integraba, como entonces, a socialistas, comunistas, secesionistas y, aunque de una forma difusa y sin siglas que la representaran, a toda la hipersensible opinión republicana o en general antimonárquica (¿hay que recordar que, en febrero de 1936, esta se plasmaba en una menestra de siglas?). Dicha circunstancia permitió a Sánchez declarar que no dejaría el poder hasta arreglar todos los estropicios históricos de la derecha (léase: hasta ganar esta vez la guerra civil que el otro Frente Popular perdió en 1939). El segundo Frente Popular, el surgido en 2018, no se avendría a una victoria del PP, que consideraría, en su delirio, como una segunda victoria del franquismo.

Hay que tener en cuenta además que, durante la pandemia, el papel del rumor y de la desinformación se ha incrementado hasta adquirir proporciones orwellianas. En consecuencia, ante un vuelco, esta izquierda frentista reaccionaría acusando a la derecha de fraude o de golpismo, a ver qué pasa. Desgraciadamente, es lo poco que parece claro.