A Batasuna se le va achicando el espacio; no le queda otra salida que anunciar la ruptura. La vida política de este país da tantas vueltas que al final deberá decidir: o con ETA o contra ETA. Además, si los de Batasuna de-toda-la-vida quieren hacer política democrática, tienen la obligación política y moral de exigir a la banda que se disuelva.
Tras el primer emplazamiento público a ETA realizado desde Batasuna (reconvertida para la ocasión en Izquierda Abertzale) para manifestar su contrariedad por el capítulo de los tiroteos en Francia, calificado de «inaceptable», solo cabe llegar a una conclusión: tendrán que romper. Tendrán que cortar el cordón umbilical que les ha mantenido unidos a la banda terrorista durante todos estos años porque la prolongación del juego de cartas con ‘pase de señas’ les va quitando credibilidad a medida que se acerca la cita con las urnas del próximo 22 de mayo.
Si siguen amagando en este juego del pulso sostenido entre los políticos y los armados, cuya duración resulta ya insoportable incluso para los más próximos, Batasuna tendrá que pasar a la banda una seña mucho más contundente que la simple advertencia de «que no se repita». Que se pueden enfadar. No. Este tipo de exhortaciones, que sin duda revelan un paso más hacia el equilibrio, tendría que suponer un avance hacia el fin del terrorismo. Y ese movimiento no lo verán nuestros ojos hasta que la izquierda abertzale, sin desorden ni ausencia de liderazgo como la que sufre ahora, le pida a ETA que se vaya a casa, o al paro, de una vez. Si los clásicos de Batasuna como Iruin, Gorizelaia y Rufi Etxeberria reconocen que no han logrado someter a ETA, tendrán que dar un paso adelante. Ser mas audaces de lo que fue Otegi cuando señaló repetidamente que él nunca apostaría por el cambio radical de escenario si no le acompañaba todo el colectivo.
Pero la situación, que está siendo verificada todos los días por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que han descubierto que el caserío de Legorreta era un auténtico arsenal de explosivos, no admite tiempo muerto; con perdón. Si los de Batasuna de-toda-la-vida quieren apostar por hacer política democrática en igualdad de condiciones, como si fueran afiliados de un partido sin mancha terrorista, tendrán que romper. Y, además de la escenificación de su divorcio, tienen la obligación política y moral de exigir a ETA que se disuelva.
Si emprenden ese camino, la noticia tendría sus dos caras. La buena: que Batasuna estaría dispuesta a demostrar que su apuesta no está fundada en la necesidad apremiante de volver a ocupar trono y privilegios en los sillones de los ayuntamientos y diputaciones, sino que el ‘apretón’ judicial y policial les ha hecho entender que tenían que apearse del entramado del terrorismo. La mala: que si se ven obligados a romper es porque su pulso con la banda ya no da más de sí. Y que los terroristas, de momento, no tienen intención de abandonar, como lo están demostrando con los capítulos de ‘verificación’ policial a los que están siendo sometidos en contra de su voluntad. Si ETA persiste en querer doblegar a los ciudadanos y desafiar al Estado democrático, su sombra alargada seguirá cayendo sobre los hombros de Batasuna y sus franquicias electorales.
Pero a Batasuna, que en cuestión de horas, se ha situado en posición de ventaja en la carrera de la credibilidad en relación a los socios electorales de EA y Alternatiba, no le queda otra salida que la de anunciar su ruptura con la banda. Si sus dirigentes no han tenido sobre ETA la influencia y autoridad que mostraron en Irlanda los del Sinn Féin sobre el IRA, se les va achicando el espacio. Y la vida política de este pequeño país da tantas vueltas que al final va a ser Batasuna quien deberá decidir: o con ETA o contra ETA.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 13/4/2011