EDITORIAL EL MUNDO – 28/12/15
· Tras una asamblea que duró toda la jornada en un polideportivo de Sabadell, la tercera y última votación de la CUP arrojó un sorprendente empate a 1.515 votos. El mismo número de papeletas para los militantes que eran partidarios de apoyar la investidura de Artur Mas y el plan de choque propuesto por Junts pel Sí y para los que propugnaban el rechazo a ambas propuestas.
Ante la imposibilidad de realizar una cuarta votación, la dirección de la CUP acordó convocar a su consejo político y a sus 10 diputados el próximo 2 de enero para tomar la decisión definitiva, tan sólo ocho días antes del final del plazo para disolver el Parlament.
Lo sucedido adquiere tintes esperpénticos porque ya era algo absolutamente anormal que un colectivo de 3.000 personas de un partido antisistema tuviera que decidir si Artur Mas sigue al frente de la Generalitat o si, por el contrario, se convocan nuevos comicios.
Hay que recordar que la CUP obtuvo en las pasadas elecciones un 8% de los votos, por lo que resulta una anomalía que el futuro del Gobierno en Cataluña dependa de un partido marginal que propugna la salida del euro, la nacionalización de empresas y un programa social absolutamente inviable por su coste.
Veremos lo que sucede el próximo sábado, pero hay muchas posibilidades de que los catalanes tengan que volver a votar en marzo, en una fecha en la que seguramente todavía no habría Gobierno en España. La otra opción sería que la CUP aceptara a Mas u otro dirigente de Junts pel Sí como presidente de la Generalitat para evitar ese escenario, lo que tampoco ayudaría a propiciar la estabilidad en Cataluña y en el resto del Estado.
Si esa comunidad lleva tres meses con un Gobierno en situación de interinidad y con un Parlamento bloqueado por la incertidumbre, la fragmentación del mapa electoral tras las recientes elecciones generales también plantea serias dificultades para pactar un Gabinete estable.
El pasado miércoles, Pedro Sánchez le comunicó a Mariano Rajoy que el PSOE no le va a apoyar en la investidura y que desea intentar la formación de un Gobierno alternativo, lo que supone una alianza con Podemos. Sánchez no quiere oír hablar de un posible pacto de gobernabilidad con el PP y Ciudadanos.
Ayer por la tarde, el líder del PSOE se reunió con los barones en Ferraz para intentar consensuar una posición común en el Comité Federal, máximo órgano del partido, convocado para hoy. La sombra de una guerra abierta marcó la cita. Sánchez no pudo convencer a los líderes territoriales de la bondad de una alianza con Podemos. Susana Díaz, Fernández Vara, García-Page, Javier Fernández y otros barones se mostraron a favor de plantear una oferta inaceptable para Pablo Iglesias; una propuesta que excluya expresamente la defensa del derecho a decidir.
Ambos bandos cedieron in extremis para lograr una tregua que evitara la ruptura del partido. Los asistentes a la reunión debatieron también la convocatoria del próximo Congreso del PSOE, que debería celebrarse a comienzos de año. Sánchez defiende que es mejor aplazar este Congreso hasta que se aclare quién va a gobernar, mientras que Susana Díaz y la gran mayoría de los barones pretende celebrarlo en febrero.
Esta diferencia de criterio es sustancial y de fondo, porque en ese Congreso se tendría que plantear necesariamente si Pedro Sánchez sigue como secretario general o si es sustituido por otra persona, una cuestión que hoy está abierta. La política de alianzas poselectorales y la convocatoria del Congreso van a marcar la agenda del Comité Federal del PSOE, que tendrá que decidir sobre ambos asuntos, lo que confiere una extraordinaria importancia a lo que suceda.
Por ello, no sobra una apelación a la responsabilidad de sus dirigentes, que deberían ser conscientes del desafío del independentismo catalán y de la necesidad de que España disponga de un Gobierno estable, lo que sólo es posible si el PSOE está dispuesto a pactar con el PP y Ciudadanos.
El Partido Socialista se juega mucho en las decisiones que tiene que tomar en las próximas semanas, que van bastante más allá de sus intereses partidistas y entran dentro de lo que podríamos llamar la estabilidad de las instituciones y la defensa de la unidad de España.
Todo ello se va a jugar en dos tableros: en Cataluña, a punto de volver a las urnas, y en las negociaciones que necesariamente tienen que asumir el PP, el PSOE y Ciudadanos para llegar a acuerdos de Estado, como pide una mayoría de los españoles. Esperemos que todos estén a la altura de las responsabilidades del momento.
EDITORIAL EL MUNDO – 28/12/15