José Antonio Zarzalejos-EL CONFIDENCIAL
- El primer acto oficial en solitario de Leonor de Borbón tendrá como anfitrión a un intelectual del PCE, el director del Cervantes, Luis García Montero
“Comunismo o libertad”. “No pasarán”. “Derecha criminal”. En este ambiente de consignas cruzadas con evocaciones detestables, mañana la princesa de Asturias visitará la sede central en Madrid del Instituto Cervantes con motivo del 30º aniversario de la ley 7/1991 de 21 de marzo por la que se creó ese organismo “para la promoción y difusión del español”, bajo el patrocinio de los Reyes de España.
El acto tiene una alta significación institucional, cultural y política. Es el primero al que acude en solitario Leonor de Borbón, heredera de la Corona. Inaugura así su agenda propia a la misma edad que su padre —los 15 años— aunque con un sesgo distinto. En mayo de 1983, Felipe de Borbón viajó a Cartagena de Indias. Fue su primer viaje oficial y entonces España estaba inmersa en la proyección de la transición democrática.
Las circunstancias actuales han cambiado y tiene todo el sentido que la princesa de Asturias sin acompañamiento de su padre o de su madre, asuma ante los ciudadanos el inicio de sus responsabilidades representativas. Se pone en marcha de esta manera la tercera fase de la monarquía española, tras el reinado de Juan Carlos I y bajo el de Felipe VI que no se desarrolla en el contexto de consenso social y político en el que se desenvolvió el de su padre.
El momento de lanzar la figura de la princesa es oportuno, el motivo bien calculado, y la hechura del acto, perspicaz. Se activa así el principal “carisma emocional” de la familia real que es el que representa la hija de los Reyes que será, en su momento, la primera reina titular desde Isabel II. Y coincidirá con otras reinas europeas, la sueca y la belga, que ahora están, como ella, a la espera.
A la hija de los Reyes y futura jefa del Estado la recibirá en el Instituto Cervantes su director desde agosto de 2018, el poeta y catedrático, Luis García Montero. Es una personalidad de las letras españolas, pero también de la izquierda política de este país. García Montero pertenece —o lo hizo— al Partido Comunista de España. Fue un militante activísimo y asumió su compromiso tanto en su obra como en el desarrollo de una no irrelevante trayectoria política.
Fue uno de los fundadores de Izquierda Unida —ahora en coalición con Podemos— y en 2015 encabezó la lista de IU en las elecciones a la Comunidad de Madrid, aunque la aventura terminó en fracaso. Pero recuerdo muy bien cómo le pidieron que encabezase la candidatura en la que le apoyó su compañera, la gran novelista Almudena Grandes, una de las figuras más representativas de la literatura contemporánea y referente también del pensamiento de izquierdas.
García Montero, hombre polémico y protagonista de algunas diatribas en el ámbito cultural, dispone, sin embargo, de esa convicción institucional propia de los comunistas que lo eran en la transición. El catedrático (Granada, 1958) vivió con conciencia aquel tránsito y entiende —a diferencia de las nuevas hornadas— lo que es la combinación de la militancia ideológica crítica con el sentido de la responsabilidad en la gestión pública, más aún al frente de una organización que como el Cervantes, asume una labor cultural de extraordinaria importancia para nuestro país: la difusión de su idioma —también de otras lenguas españolas— y de la cultura propia.
La Casa del Rey no improvisa. Mide y pesa. Valora hasta los últimos detalles. Y por eso, pudiendo haber elegido otro hito, se ha decantado por este aniversario —con un anfitrión como Luis García Montero, intelectual y comunista— para proyectar una serie de mensajes encriptados pero no abstrusos. Y el más importante: mientras determinada clase política ha entrado en una dinámica de enfrentamiento dialéctico superada por la propia sociedad a la que pretende servir, la Corona, en la persona de la heredera, se entrega a la recepción para su primer acto institucional en solitario a un anfitrión que representa con profundidad a una de las fuerzas políticas de izquierda —el PCE— que en noviembre de este mismo año cumplirá 100 años.
Los simbolismos no son ociosos en el acto de mañana en la sede del Cervantes en la calle Alcalá de Madrid. Es acertada la puesta en marcha de la tercera fase de la monarquía parlamentaria en España. Leonor de Borbón establece una línea en el horizonte y sus primeros pasos parecen querer desafiar la densidad de un ambiente político más bien tóxico. Se unirá su juventud con la veteranía de García Montero y su significación de heredera de la Corona con la que ostenta un miembro eminente de la cultura y del comunismo que entendió la transición. Presente. Futuro. Tolerancia. Pluralidad. Compatibilidad.
La monarquía —con ese instinto de supervivencia— comienza mañana esa carrera de relevos que explica la institución
En ‘Felipe VI. Un rey en la adversidad’, introduzco esta reflexión : “Leonor de Borbón será una pieza clave, porque representa ya y lo hará más a medida que pase el tiempo, una referencia de continuidad al margen de los avatares negativos que connotaron el final del reinado de su abuelo y que están condicionando los primeros años del de su padre. La heredera bien podría ser la proyección de una renovada ilusión por la Corona y la certidumbre de la conexión de la institución con un futuro en el que las mujeres han elevado su capacidad de interlocución en todos los ámbitos de la vida pública, social, económica y política” (página 265).
La monarquía —con ese instinto esencial de supervivencia— comienza mañana esa carrera de relevos que explica la institución, siempre en el servicio a una sociedad democrática en la que los reyes son de todos y no patrimonio de nadie y están solo al servicio del Estado y bajo el mandato de su Constitución. Y representación práctica de esta aproximación a la esencia de la monarquía parlamentaria será la princesa y su anfitrión, poeta y comunista, en el instituto Cervantes. Algo de lección tendrá este episodio. Al que seguirán otros tan elocuentes, o más, y a no tardar.