IÑAKI EZKERRA-El Correo

  • La mezcla de ciencia e ideología es explosiva y nunca ha salido bien

Es el insulto que se ha puesto de moda y te lo puede soltar hasta un leninista o un populista chavista; o sea, un terraplanista de la política y la economía. Pasó hace poco con un razonamiento elemental de Pablo Casado sobre la evidente imposibilidad de producir energía solar de noche. Las redes sociales ardieron calificándolo de ignorante energético, de analfabeto tecnológico y -¿cómo no?- de terraplanista. Ante la obviedad de que no se puede generar energía solar si no hay sol, los linchadores internáuticos modificaron su argumento y del concepto de producción pasaron al de acumulación -«la energía solar es almacenable»- que parece algo más cabal, pero que también ha sido rebatida por los expertos dado el inviable coste que tendría ese aprovisionamiento en proporciones industriales.

La clave de esta polémica y de la agresividad con la que fue respondida una deducción lógica reside en la mezcla de ciencia e ideología, que es explosiva y nunca ha salido bien. Si no son la antítesis una de la otra, resulta obvio por lo menos que ambas se mueven por intereses distintos y en distintos ámbitos o negociados. El marxismo se pretendió un socialismo científico, pero los exponentes vivos que quedan de él por el planeta no nos remiten precisamente a Einstein: Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Kim Jong-un…

Ciencia e ideología, sí, forman un temerario cóctel. El gran ridículo histórico de esa combinación debería inspirarnos hoy alguna prevención, que se echa de menos cuando se hace, de una cuestión pragmática como es la energía, una ideología; no digamos ya cuando se hace, de la lucha contra el cambio climático, una religión. El objetivo de la ciencia es la verdad, que a menudo la ideología ignora o niega cuando la verdad contradice su proyecto político. La ciencia está en permanente movimiento mientras la ideología ve incluso como un valor su carácter inamovible. La ciencia no da nada por seguro y se desmiente a sí misma constantemente mientras la ideología es estática y perezosa por naturaleza: teme a quien la cuestiona cuando no se agarra al dogma incuestionable. En la ciencia, no caben el dogmatismo ni el fanatismo, que abundan demasiado a menudo en el terreno de las ideologías. Hay una máxima de Machado en su ‘Juan de Mairena’ que deberían tener presente los que le admiran sin haberle leído: «Te libre Dios de tarascada de bruto cargado de razón». La cita me gusta porque pone el acento en el fanatismo, no en la idea que el fanático defiende, que puede ser razonable, pero que se convierte en una peligrosa amenaza cuando es defendida fanáticamente. Hay, en fin, muchos terraplanistas violentos que creen que la Tierra es redonda. No saben que es esférica.