EL MUNDO – 02/03/16
· En su pueblo y abrazado a los suyos Otegi dice la palabra prohibida, pero no para condenarlo.
Hace sol en Elgoibar, un pueblo industrial hurtado a la montaña, conocido por la vieja fábrica de máquinas de coser Sigma y por haber visto nacer a Arnaldo Otegi. Apenas un puñado de familias marcadas lo conoce por ser el lugar donde seis personas murieron asesinadas a manos de ETA, incluido el gerente de la fábrica, Ángel Berazadi. En la plaza del Ayuntamiento, nueve horas después de salir de la cárcel tras su condena por intentar reconstruir la ilegalizada Batasuna siguiendo las directrices de la banda, un Otegi exultante pronuncia lo impensable, la palabra prohibida: «terrorismo». Aunque no para rechazarlo.
«He oído decir a la vicepresidenta del Gobierno [Soraya Sáenz de Santamaría] que soy un terrorista peligroso y que donde mejor estoy es en la cárcel. Hoy, a pocos días de que se cumpla el aniversario de la masacre de Vitoria [la carga policial en plena Transición, el 3 de marzo de 1976, contra una huelga obrera que se saldó con cinco muertos], le diré que he escuchado una canción de Los Chikos del Maíz que me ha gustado que dice así: ‘Terrorismo es Manuel Fraga Iribarne asesinando trabajadores en Vitoria’», en referencia al fallecido fundador del PP que en 1976 era ministro de la Gobernación. «Pero que conste que no lo digo yo, lo dicen Los Chikos del Maíz. Por si acaso…», añade con sorna. Ya ha estado condenado por enaltecimiento del terrorismo y su plan ahora es otro. Quiere ser lehendakari; lo dice hasta el New York Times.
El Elgoibar que recibió ayer a Arnaldo Otegi, de 57 años y con unas arrugas que antes no tenía, no es el mismo que aquel en el que se desenvolvía cuando, ya muerto Franco, se integró en ETA. Hoy, siglo XXI, enfrente de su casa, en el número 5 de la calle Santa Ana, hay una tienda de alimentación árabe, y en el bar de abajo, que se llama Ametsa (sueño), suena pop estadounidense, venden «jamón ibérico» a seis euros la ración y en la televisión se ve la Ruleta de la Suerte en Antena 3. Y en la fachada del Ayuntamiento, encima del escenario donde dará su mitin como hombre libre, ondea la ikurriña, pero también la bandera española (por sentencia judicial). Cuando se abraza a su padre, a su compañera, a sus dos hijos, a la vieja guardia de Batasuna, dice que se siente aún más independentista, vasco y socialista que cuando entró. Pero las cosas han cambiado.
Elgoibar no es la locura que uno podría presumir. Hay carteles recordando la liberación de Otegi y la salida de autobuses para recibirlo frente a la prisión; también una pancarta de «ongi etorri» (bienvenida) a la entrada del pueblo. Pero las calles no están empapeladas como habrían estado hace años. La izquierda abertzale se ha convertido en un partido más, aunque con 400 presos aún en la cárcel. Otegi, al que los suyos se afanan en comparar con Nelson Mandela, hace referencia a los reclusos cuando sube pletórico a la tarima de Elgoibar, de espaldas a un gran panel con su número de preso y su imagen con el puño en alto.
Suenan los gritos por la «amnistía para todos», por el regreso de los «presos vascos a casa», por la «independencia». Tras cuatro bertsos en euskera habla el único hombre al que la colectivista izquierda abertzale ha querido hacer líder carismático, al que los suyos, e incluso algunos periodistas, abrazan y cubren de caricias. Sus palabras suenan al partido que, contra el pronóstico de la izquierda abertzale, más está horadando su base electoral. Otegi arranca los aplausos de las más de mil personas que han ido a verle, con niños de cinco o seis años en primera fila, cuando proclama que «las únicas puertas giratorias» para los independentistas son «las de la cárcel»; cuando dice que «la casta» actúa contra ellos porque son «peligrosos».
Sin papeles, tirando de oratoria, dice que «ahora que se habla de la nueva política» la izquierda abertzale ofrece a los vascos «un futuro nuevo». Asegura que siempre han estado con el «pueblo», que siempre han luchado por los «trabajadores» y contra las «élites» que lo amedrentan… Defiende la «autocrítica», el reconocimiento de lo que han hecho «mal», pero porque se lo deben al «pueblo», no porque se lo pidan las «élites de otros partidos», y aún menos «la casta de Madrid».
«Ahora toca ganar». Otegi en estado puro. Luego vendrá el cantante Fermin Muguruza y canciones como Sarri, tan popular en el País Vasco y Navarra y que algunos desconocen que es el canto a la fuga de la cárcel de un miembro de ETA. Corren las cervezas y la fiesta, los periodistas se van. Arnaldo regresa a casa.
LA CONVERSIÓN EN MITO ‘ABERTZALE’
«Ha salido y está bien. Eso sí… un santo tampoco es». Lo dice un afiliado del PNV de Elgoibar que prefiere no dar su nombre. A los que apoyan a Otegi las palabras les salen a borbotones; a los que no, les sobran. «No hay nada que decir. Qué voy a decir de que haya tantos vascos aplaudiéndole. Qué puedo decir ya», cuenta una víctima que ETA dejó en el pueblo.
Dicen que Otegi ha comido en casa, acompañado de los suyos. Dicen que han visto a un hombre llevando a su casa una caja llena de marisco. Dicen… Arnaldo Otegi, reconvertido en mito ‘abertzale’. Su promesa es que llevará «hasta el final» su «compromiso con la paz»; también la independencia. Los suyos le esperan.
LEYRE IGLESIAS – EL MUNDO – 02/03/16