La simplificación del fenómeno terrorista en la que algunos medios incurren puede reproducir reclamaciones aparentemente equidistantes que exigen por igual a ETA y a un Estado democrático pasos hacia la «paz» y «sacrificios» para aprovechar otra «oportunidad», eludiendo -como la propaganda terrorista-la necesaria distinción entre el agresor y sus víctimas.
¿QUÉ papel juega un prestigioso medio como la BBC en la estrategia comunicativa de un grupo terrorista como ETA? Suscita este interrogante el beneficio extraído por la banda al facilitarle el ente público de la radiotelevisión británica un útil altavoz mediante la difusión de su último vídeo. La proyección internacional obtenida por los terroristas es precisamente el factor más explotado por su entorno después de las adversas reacciones que el comunicado ha recibido en España. Así lo demuestran las páginas del diario Gara en el que ayer se subrayaba cómo la BBC había colocado «en todas las pantallas del mundo» a una organización que el medio británico no define como tal, sino como un «grupo separatista vasco».
El libro de estilo de la cadena rechaza el término «terrorista» en aras de una supuesta neutralidad que, sin embargo, facilita la desinformación y la distorsión de la realidad en torno a ETA. Al contrario de lo que se deduce de la postura de la BBC y de otros medios que evitan identificar a ETA como un grupo terrorista, semejante actitud no denota imparcialidad u objetividad, sino subjetividad valorativa encubierta bajo una asimétrica neutralidad evidente también en su última cobertura. Este enfoque se complementa con la tergiversación por parte de la BBC del contenido de lo anunciado por los terroristas y de sus motivaciones, facilitando una benévola interpretación de las intenciones de los criminales. Al contrario de lo que la corporación británica señaló, ETA no anunció que «no cometerá acciones armadas» en el futuro. En ningún lugar de la declaración se afirma tal cosa, pues los terroristas se limitan a señalar que «ETA hace saber que ya hace algunos meses tomó la decisión de no realizar acciones armadas», al tiempo que reafirma su compromiso con su campaña de «confrontación».
Puede en consecuencia cuestionarse el valor noticioso de un anuncio que ignora que la existencia de una organización terrorista en un contexto democrático como el español supone una intolerable amenaza que en modo alguno puede matizarse por el hecho de que los terroristas, con fines propagandísticos, hablen de una selectiva y táctica renuncia a algunas de sus acciones. Nuestra larga experiencia antiterrorista obliga a desconfiar de las palabras de una banda que utiliza la muerte y el engaño a conveniencia. Sin embargo, la BBC ha sucumbido al encanto de sensacionalistas imágenes brindadas por los terroristas en la búsqueda de sus objetivos propagandísticos. Algo similar ocurrió cuando en 1998 otra entrevista de la BBC a miembros de ETA fue erróneamente interpretada como un histórico anuncio de la finalización de su campaña terrorista, declaraciones que tuvieron un enorme eco en los medios españoles durante la misma jornada en la que se celebraban las elecciones vascas.
La falta de rigor de la BBC en su reciente cobertura también queda en evidencia al descontextualizar una decisión que en realidad constituye un «parón técnico» decretado por ETA en marzo como consecuencia de la asfixiante presión policial a la que estaba sometida. Esa decisión a la que se vio forzada la banda no impidió que ETA asesinara al policía francés Jean Serge Nerin, o que mantuviera muchas de sus actividades terroristas, incluida la extorsión económica. A pesar de ello, ahora la BBC, al ofrecer su privilegiada y respetada plataforma a ETA, permite a una organización criminal revestir el resultado de la exitosa acción antiterrorista contra ella —signo de evidente fracaso y decadencia— casi como un magnánimo gesto de buena disposición. Semejante asociación era ineludible en una cobertura en la que se reproducía la supuesta voluntad de ETA de «poner en marcha un proceso democrático», a la vez que indicaba que el «alto el fuego alumbraba esperanzas de un nuevo proceso de paz», despertando esperanzadoras pero infundadas expectativas.
Tal y como ansía la propaganda terrorista, una organización criminal responsable del asesinato de seres humanos, volvía a ser asociada con términos absolutamente contrarios a lo que representa: paz y democracia. Son ambas palabras clave o talismán con las que, como demostró el último «proceso de paz», se persigue coaccionar emocionalmente a una sociedad amenazada. De ese modo se facilitaba al movimiento terrorista su objetivo de transferir la responsabilidad por la resolución del conflicto terrorista a otros actores, como el siguiente titular de Gara revela: «ETA informa de que hace ya varios meses decidió no realizar acciones armadas y llama a los agentes a responder a la situación». A pesar de que la declaración etarra no satisface las peticiones del brazo político de una tregua verificable por observadores internacionales, la proyección obtenida puede favorecer la implicación de figuras que vienen insistiendo en una irresponsable distribución de culpas por la continuidad del conflicto al reclamar de ETA una tregua mientras exigen al gobierno español una correspondencia. Esta es una de las bazas terroristas en momentos de debilidad como los que ETA atraviesa, con una Batasuna que busca volver a las instituciones intentando seducir a la opinión pública con su pretendida pero inexistente separación de la violencia.
EN este escenario el papel de los medios de comunicación resulta crucial, pues el discurso terrorista puede obtener una peligrosa credibilidad y legitimidad mediante una conveniente y distorsionada presentación de sus aspiraciones, como ha ocurrido con el tratamiento de la BBC. La amplificación de la propaganda terrorista ha convertido a ETA en primera página y en potencial sujeto de negociación con un gobierno democrático, alimentando en el exterior su errónea identificación como vanguardia social a pesar de la incapacidad de los terroristas para arrogarse la representatividad de una sociedad vasca que mayoritariamente rechaza sus fines y sus medios. Afortunadamente el rechazo casi unánime que la declaración ha encontrado en nuestro país neutraliza el interés terrorista por fracturar el consenso que tras el fracaso de la última negociación ha profundizado el declive etarra.
A pesar de ello, la simplificación del fenómeno terrorista en la que determinados medios incurren puede inducir a reproducir reclamaciones aparentemente equidistantes que exigen por igual a ETA y a un Estado democrático pasos hacia la «paz» y «sacrificios» para aprovechar otra «oportunidad» que los terroristas «benévolamente» ofrecen. De ese modo puede abundarse en la injusta pretensión de la propaganda terrorista que intenta eludir la necesaria distinción entre el agresor —ETA— y sus víctimas —el Estado y la sociedad española—.
Todas éstas son las variables en juego cuando un serio y respetado medio como la BBC, integrado por excelentes profesionales que se han convertido en justo referente de tantos periodistas a lo largo de su historia, acepta difundir la propaganda de un grupo terrorista. A los responsables del ente público quizás les resultara instructiva la opinión de Hannah Arendt cuando afirmaba que «describir los campos de concentración sin ira no es ser objetivo, sino indultarlos». Tratar a ETA como algo diferente a una organización terrorista, interpretando sus comunicados sin un riguroso análisis y contextualización de su naturaleza y estrategia, no equivale a informar objetiva y correctamente sobre el fenómeno de violencia política que tiene lugar en una sociedad democrática europea. Por ello, probablemente el único comunicado de ETA que debería merecer una publicidad como la recibida estos días habría de ser el que de verdad anuncie en términos absolutamente inequívocos la definitiva e irreversible desaparición de la organización terrorista.
Rogelio Alonso, ABC, 7/9/2010