ABC 05/04/14
IGNACIO CAMACHO
· Con su cimarrona insolencia fugitiva, a lo Thelma y Louise, Aguirre ha pasado por el carril bus a los antisistema
Con esta mujer tan singular, genéticamente incapaz de dejar indiferente a nadie, cualquier anécdota es susceptible de convertirse en categoría. Ese arranque cimarrón de Esperanza Aguirre, ese desplante de chulería castiza y chamberilera, esa insolencia fugitiva ante los guardias la puede haber enterrado para siempre como posible candidata a la Alcaldía de Madrid…o haber catapultado su popularidad independiente, su fama arriscada de verso suelto liberal, su aura carismática de rebelde con causa. Cuando acabe de escrutar el futuro del ignoto candidato europeo, el gurú Arriola debería de encargar una encuesta para saber si en el asfalto de la Gran Vía se ha estampado la estrella de la eterna díscola del PP o se ha agrandado su tirón populista de lideresa indomable. Porque en teoría ningún político con aspiraciones –¡¡municipales!!– podría salvar su reputación de un incidente de desobediencia a la autoridad con atropello incluido, pero es que no estamos ni de lejos ante una política cualquiera. Se trata de una personalidad impetuosa, de una inquietud casi insurgente, un raro gorila blanco en la zoología uniformada de la dócil ortodoxia burocrática del partidismo. Y con ella nunca se acaba de saber si esa insumisión levantisca, esa arrogancia contestataria de aristócrata diletante, es el defecto de fábrica que la acabará arrojando al lado oscuro o el rasgo de estilo que la separa del adocenamiento corporativo para instalarla en una originalidad incontestable.
Tal vez yerren por tanto sus rivales internas –ya se sabe, hay adversarios, enemigos y compañeros de partido– al precipitarse a condenar su arrebato amotinado para descarrilar con puñaladitas florentinas su ambición de postularse como alcaldesa. En principio está convencionalmente desahuciada; nadie puede aspirar a ser la jefa de un cuerpo de Policía a cuyos agentes ha despreciado y hasta arrollado en un gesto casi procaz de flagrante desafuero. Pero cuántos ciudadanos hartos del ordenancismo y la voracidad recaudatoria del Ayuntamiento o del petulante autoritarismo de los guardias no sueñan en el fondo con ese soberbio rapto, con ese audaz y desparramado impulso de sedición urbana: aparcar en prohibido, pasarse la multa por el forro, arrancar con un brusco desembrague y largarse llevándose por delante una moto y por detrás el tumulto perseguidor de la patrulla. Quién sabe si el presunto desguace anticipado del proyecto de candidatura no puede ser en realidad el impremeditado origen de una oleada de empatía insurreccional y de secreta, inconfesable solidaridad de indignados de derechas. Esperanza la indomable, Esperanza la subversiva; Thelma y Louise en una sola pieza, rumbo al abismo con toda la Policía del Estado a sus espaldas ululando las sirenas. El coletudo Pablo Iglesias es un aprendiz: esta mujer es capaz de darle una pasada por el carril bus a todos los antisistema.