‘Tiempo de canallas’

EL SEMANAL 12/11/13
CARLOS HERRERA

Esta semana, vuelta a las andadas, quiero citarles otro libro. –¿Otro libro? –Sí, otro libro; al final voy a acabar rompiendo a leer y no sé qué consecuencias me traerá. Seguramente, ninguna buena.
Es libro con peripecia: la que describe el recelo que algún editor ha tenido a publicarlo. Lo explica bien el gran Jorge Martínez Reverte en el prólogo: al igual que aquel grupo de teatro catalán que se negó a ceder alguna imagen de su representación de Antígona para hacer de hilo conductor en un documental del propio Jorge sobre las víctimas («no sabemos cómo se va a hacer un documental sobre víctimas del terrorismo»), el editor que encargó el libro, también catalán, se desentendió del compromiso y se negó a editarlo por los particulares puntos de vista de Teo Uriarte sobre el nacionalismo («el texto de Teo puede molestar»).
Seguramente es así. Quiero decir que lo más probable es que el pensamiento de Uriarte moleste profundamente al nacionalismo, y que eso cree recelos acobardados en más de uno. No es el caso, empero, de Ernesto Santolaya (Ikusager Ediciones, 2013), editor igual de incorrecto que Uriarte, que ha corrido con los trabajos de publicación y que espero que ello le reporte merecidos beneficios.
La peripecia vital de Teo está expuesta en su libro de memorias, Mirando atrás. Natural de Sevilla, hijo de republicano bilbaíno, emigrado bien joven a Vitoria, se enroló en la primitiva ETA de los primeros sesenta. Duró un respiro, el de la agitación antifranquista, y fue detenido como consecuencia de las redadas que se produjeron tras el asesinato del comisario Manzanas. Procesado y condenado a muerte en el Proceso de Burgos, alcanzó la libertad como consecuencia de la amnistía del 77 y formó Euzkadiko Ezkerra junto con hombres de leyenda política (Bandrés, Onaindía). Tras su elección como parlamentario vasco, impulsó la incorporación de su partido en el Partido Socialista y pasó no poco tiempo en el Ayuntamiento de Bilbao a cargo de la Hacienda local. Pero el Uriarte más interesante comienza después, cuando dedica todo su esfuerzo a redondear un discurso sin fisuras contra el terrorismo y a elaborar los análisis políticos más completos que se han conocido acerca de la realidad vasca. Tiempo de canallas retrata, línea a línea, la paranoia vascoide, la historia reciente de cuarenta años de desquicio y la encrucijada de la democracia ante el fin de ETA: contrario a cualquier tipo de legitimación histórica de la banda terrorista, Uriarte recela hasta de la nomenclatura de cada acción política, todas ellas bautizadas siempre como ‘proceso’, cuando no ‘proceso histórico’, ya que cualquier cuestión política es histórica para los vascos. El Gobierno español que inició negociación con ETA benefició propagandísticamente a la banda mediante el tratamiento político que suponía un acuerdo parlamentario para autorizar los contactos. No digamos la autorización del Constitucional para que Bildu entrase en juego democrático sin que la ETA realizara declaración alguna de disolución. ‘Proceso de paz’, como si esto hubiera sido una guerra y no una colección de atentados, sostiene Uriarte que significaba por parte del Gobierno algo mucho más grande que ‘negociación’, algo tan ambicioso que contemplara inevitablemente reformas políticas incluidas. ‘Proceso democrático’ lo llamaba ETA-Batasuna ganando por la mano, ya que suponía esfuerzo por alcanzar la verdadera democracia, cuando el auténtico proceso de paz y democrático fue el que iniciamos en la Constitución del 78. Lamentablemente, como señala en uno de los pasajes que más pueden irritar al nacionalismo, hemos aceptado que nuestra democracia carezca de retórica ante unos nacionalismos periféricos de concepción doctrinaria y que la exhiben sin límite ni pudor.
Solidario con las víctimas sin un solo resquicio de duda, el Teo de gafas panorámicas concluye este descomunal libro de análisis asegurando que solo una estrategia común de las fuerzas constitucionales, difícil por la deriva del PSOE, podría encauzar esta situación cuyo origen reside en la legalización de Batasuna sin que condenara el terrorismo ejercido y a pesar de la negativa de la ETA a disolverse.
Libro efectivamente no correcto para los tiempos que han corrido y siguen corriendo, resulta de lectura obligada para respirar más tranquilo al saber que hay alguien detrás de la espesura que piensa con la cabeza y no con los intestinos o con un brote de camelias en la coronilla.