Nunca habría creído que iba a llegar este momento de perplejidad absoluta en el páramo de certezas que es hoy la política española. ¿Cómo imaginar que alguien podría disputarle la manzana de oro de la incompetencia a las chicas de la banda de la tarta o a esa gentil criatura que ha hecho su especialidad de la resta y aún de la división mientras invoca la suma?

Pongamos que hablo de María Guardiola, la presidenta del PP extremeño, que después de idas y venidas, vueltas y revueltas, exorcismos a Vox (por negar la violencia machista, deshumanizar a los inmigrantes y tirar a la papelera la bandera LGTBI) acabó bendiciendo a los verdes como un partido constitucionalista para acabar negociando con ellos y firmando un pacto de Gobierno. Su frase magistral: “Mi palabra no es tan importante como el futuro de Extremadura”.

Vayamos por partes. Admite quizá Guardiola que en algo fundamental se equivocaba. Tanto que el futuro de Extremadura parece depender más de la presencia de Vox en el Gobierno autonómico  que de un Ejecutivo en solitario presidido por la buena María. Es preciso dar la razón a Feijóo al reivindicar la política de la palabra con una sentencia inapelable: “sin palabra no hay política”. Así es. Tengo yo en el hondón de mi memoria el momento exacto en que no tuve más remedio que declararme radicalmente en contra de José Luis Rodríguez Zapatero. Llevaba un año ejerciendo cuando tuvo una ocurrencia muy María Guardiola que dio la medida de la acabada insustancialidad sobre la que se asentaba la Presidencia: “las palabras han de estar al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras”. Tiene razón la buena María en que su palabra no es importante, no ya comparada con el futuro de Extremadura, sino en sí misma considerada, sin necesidad de otros referentes.

¿Qué ha pasado en estas dos semanas en que todas las Españas miraban alarmadas a la gran Extremadura, tierra de conquistadores? Lo que pasó lo explicaba hace cuatro días una portada de ABC: “El PP ya ha perdido 15 días de precampaña en sus enredos con Vox”.

Exacto. Los arúspices acertaron a escudriñar los higadillos de la oca y determinar que María Guardiola había reclamado para sí el pelotón con más coraje que Belauste en su legendario “A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo”. Luego estuvo la gelidez que percibió en Madrid cuando asistió a la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso como nueva (ma non troppo) presidenta. Estuvo fría Ayuso y fue caliente con el rapapolvo que le echó Esperanza Aguirre. Ella solita había conseguido que dejara de hablarse de los pactos de Sánchez con EH Bildu para que el tema nacional fuesen los pactos del PP con Vox.

Vox ha entrado en el Gobierno y esa ha sido una victoria política tanto mayor cuanto grandes fueron los denuestos que les dedicó la buena María. No hay mucho material, ellos pedían tres consejerías y van a tener media: Agricultura se parte en dos y los de Angel Pelayo van a encargarse de Gestión Forestal y Medio Rural, que  ya sabemos cómo les pone las perífrasis. Vara ha visto frustrarse su falible investidura, que tenía pensada como campaña electoral para el 23-J. Feijóo, que como dijo en El Homiguero “yo no soy Sánchez”  debería rehuir también el parecido en sus habilidades como ‘head hunter’.