- Cambio de guion en Moncloa. De los socialistas en calzones a los tricornios apandadores
«¿Hubo alguna vez once mil vírgenes?», se preguntaba Jardiel ¿Existió acaso el Tito Berni? Es la lejana huella de un infundio, responden en el PSOE. Se le ha perdido la pista como a la dama del tren de Hitchcock. ¿Se ha cobijado en las sinuosas Sombras del chalet de El Viso? ¿Se ha perdido en el multiverso cargante de la peli del Oscar? ¿Estará oculto bajo las faldillas de la mesa camilla de Meritxel? Dos cosas son ciertas: ni está en la cárcel ni las cacatúas del sanchismo osan pronunciar su nombre. Borrado, cancelado, suprimido, como los enanitos de la chocolatada de Roald Dahl.
Diputado socialista hasta hace apenas unos días, se ha evaporado como por exhalación. No aparezcas, no asomes la gaita, cierra el pico, le aconsejaron sus entrañables compañeros de partido/a. «Piérdete», le conminaría obsequioso Santos Cerdán, el capataz del rebaño. Nunca más se supo. «Caso archivado», sentencia Patxi-qué-más-da. Lo que urge es reabrir la comisión Kitchen, un episodio del paleolítico del PP.
Los diputados socialistas desaparecen del listado de sospechosos, rebosante ahora de generales y coroneles, en un remake pestífero de Luis Roldán y sus gayumbos de Torrente
El PSOE ha sepultado el caso bajo un asfixiante manto de silencio, compartido por los medios orgánicos en un empeño cómplice. Salvo contadas excepciones como Vozpópuli, que persisten en el esfuerzo cotidiano de desvelar verdades molestas, las instrucciones de Moncloa de silenciar cualquier novedad sobre este asunto empiezan a cuajar. La estrategia de los servicios de inteligencia del sanchismo pasa ahora por desviar el foco.. De los chorizos en calzones a los tricornios apandadores. Nada se ha vuelto a saber de los cenorrios en el Ramsés y los animados after de coca y damas, tan fotografiados. O de las visitas inapropiadas al Congreso, sede paralela de los enjuagues. O de los contactos sospechosos con cargos provinciales del partido. Todo eso se esfumó. Un misterio sin principio ni final, como El libro de arena.
Cambio de enunciado y de protagonistas. El ‘caso Mediador’, luego ‘caso Tito Berni’, otra vez luego ‘Mediador’, ha derivado en el ‘caso cuarteles’, con Bildu y ERC como padrinos. Los diputados socialistas desaparecen del listado de sospechosos, rebosante ahora de generales y coroneles, en un remake pestífero de Luis Roldán y sus gayumbos a lo Ozores. Todo son mordidas en las contratas de refacción de edificios del Cuerpo. Un puñado de altos oficiales ocupan ahora los titulares en un asunto que arrancó rebosante de morbo informativo y que se ha tornado una investigación administrativa y tediosa sobre ladrillos, goteras y albañiles. Marlaska se ocupa ya del asunto lo que es garantía de que la verdad permanecerá oculta.
Oh casualidad!, sólo un uniformado entre rejas mientras que la muchachada socialista se pasea alegremente en libertad. Cabe pensar que no ocurra como con la juez Alaya
O no. Además de los escasos periodistas que persisten en hurgar en las sentinas del caso, hay una juez, María de los Ángeles Lorenzo-Cáceres Farizo, que no muestra signos de debilidad, todo lo contrario. Sigue adelante en la complicada instrucción pese a la actuación de la fiscalía, poco colaboradora. La juez, por ejemplo, pretendió encarcelar al ahora gaseoso Juan Bernardo Fuentes, el Tito, pero el representante del ministerio público no lo consideró necesario. De la populosa trama, tan sólo el general Espinosa, cabecilla al parecer de la rama militar del affaire, está preso. Oh casualidad!, sólo un uniformado en el talego mientras que la muchachada socialista se pasea alegremente en libertad. Cabe confiar en que no ocurra como con la juez Alaya, perseguida por el PSOE, con un Alfonso Guerra, ahora divinizado, al frente, para acabar con la instrucción de los ERES.
También está el papel de la oposición, muy espitada en el primer acto del esperpento y ahora algo adormilada. Elías Bendodo, jefe de campaña del PP, consciente de que no hay que renunciar a semejante pieza, aventó el saco de las sospechas sobre los puntos oscuros en la actuación del PSOE en este albañal.
Preguntas y sospechas
1.- Hubo dimisiones en el PSOE canario meses antes de que estallara el caso. Inevitable pensar en soplos o filtraciones. Moncloa y Ferraz lo sabían. Reaccionaron tarde, henchidos de soberbia y convencidos de su impunidad.
2.-¿Qué pasa con la fiscalía? ¿Por qué deja en libertad al interfecto en contra del criterio de la instructora?
3.- La sospechosa actuación de Meritxel Batet. Permitió al diputado llevarse sus dispositivos móviles cuando ya había estallado el escándalo. La presidenta del Congreso ralentizó el registro del despacho del Tito, centro de operaciones del entramado de las mordidas. No ha ofrecido versión oficial alguna sobre su actuación a lo largo de todo este proceloso desaguisado.
4. ¿Nada sabía el Gobierno de Canarias, liderado por un socialista, Ángel Víctor Torres, con el respaldo de Podemos y formaciones liliputienses locales? Muy normal no resulta que cuando Juan Bernardo Fuentes asumió el escaño en Madrid, hace dos años, dejó su cargo de director general a su sobrino, casualmente el individuo que aparece en las famosas instantáneas en calzones y con la nariz reposada en una rayita blanco. «No me tutee, no está usted en la plaza tomándose un café», le paró los pieza la juez ante las singulares confianzas de ese Taishet en su declaración.
El caso de Tito Berni pudo ser la palada definitiva sobre la tumba del sanchismo. Se ha evaporado. Como las vírgenes de Jardiel, nunca existió. Hasta que lleguen las urnas, Feijóo ha de convertir a este Gobierno dinamitero en la veleidosa y atolondrada Nikki de Philip Roth: «Una crisis al día». Pues habrá que apretar.