EL CORREO 30/10/13
ALBERTO AYALA
· La decisión del PNV de seguir a Bildu y derogar el ‘Día de Euskadi’ no parece el mejor preámbulo para consensuar un nuevo estatus
El Parlamento vasco dio ayer el penúltimo paso para derogar la ley que establece el 25 de octubre, aniversario de la aprobación del Estatuto de Gernika, como ‘Día de Euskadi’. El tachón final lo pondrá la mayoría nacionalista en un Pleno que se celebrará en noviembre.
Como se esperaba, la decisión mereció el rechazo frontal de los tres grupos que en 2009 instauraron la festividad a propuesta del Gobierno socialista de Patxi López, es decir PSE, PP y UPyD. Una oposición insuficiente frente a los votos del PNV y a los de la mitad de los representantes de EH Bildu.
La izquierda abertzale eligió esta fórmula para dejar constancia expresa de su malestar porque no hubiera prosperado su idea de sustituir el 25-0 en el calendario laboral por el 3 de diciembre, como ‘Día del Euskera’. Una propuesta nada casual, y sí perfectamente medida.
Ese día Navarra honra a su patrón, San Francisco Javier. Si el PNV hubiera aceptado el planteamiento, comunidad autónoma vasca y comunidad foral hubieran pasado a tener la celebración autonómica el mismo día a partir de 2014, aunque fuera por razones diferentes.
Treinta y cuatro años después de que Euskadi lograra con el Estatuto de Gernika el salvoconducto al mayor nivel de autogobierno de su historia, pese a HB, lo simbólico sigue siendo munición para la confrontación en lugar del punto de encuentro que sería deseable. No solo.
Mientras las fuerzas no nacionalistas han aceptado estos años, de peor o mejor grado, la bandera, el himno o el escudo que el PNV impuso con sus votos para toda la comunidad autónoma, los jeltzales, lejos de corresponder con algún gesto, vuelven a marcar distancias aunque sea a costa de plantear una especie de autoenmienda a su propia historia. El hecho de que el partido de Ortuzar esgrima como argumento nuclear para defender la derogación deprisa y corriendo del ‘Día de Euskadi’ el que Estatuto no se haya cumplido en su literalidad, lo que es del todo cierto, resulta cualquier cosa menos alentador.
Los jeltzales han dibujado tres objetivos para la legislatura de su retorno al poder. En concreto, la salida de la crisis económica con el menor parte de daños posible para el Estado del bienestar, la consolidación del nuevo tiempo sin ETA y, por fin, el logro de un nuevo estatus político para Euskadi previo consenso con, al menos, una de las dos grandes sensibilidades que representan al electorado no nacionalista (PSE y/o PP).
Pues bien, tomar la iniciativa de cargarse el 25-0 para no dejar que se apunte el ‘tanto’ la izquierda abertzale –la que en 1979 optó por rechazar las nuevas instituciones de autogobierno y seguir de la mano de ETA militar–, y hacerlo sin siquiera una alternativa que llevar al calendario laboral, no parecen el mejor síntoma de la disposición de los jeltzales al encuentro con quienes no piensan en clave abertzale para consensuar un nuevo marco que supere Gernika.
Al contrario, si algo parece evidenciar el partido de Ortuzar es que mantiene intactos viejos tics hegemonistas del pasado . Y ello pese a que hace décadas que el electorado determinó que son, sí, el primer partido vasco, que no es poco, pero tampoco más.