IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

El plan presentado ayer por la vicelehendakari Idoia Mendia tiene mucho sentido, está dotado con fondos importantes, 2.000 millones, y sus acciones y objetivos están bien dirigidos. Se trata de mejorar la capacitación de 48.000 personas que carecen de empleo, lo cual es un requisito obligado para reducir el paro; y ayudar a 23.000 empresas, que son quienes crean empleo. Sin embargo, creo que todas las medidas adoptadas por el Gobierno vasco, a pesar de estar bien orientadas y de contar con medios generosos, servirán para paliar temporalmente el castigo infligido por la pandemia, primero, y la invasión de Ucrania, después, pero no atajan los problemas de fondo. Entre otras razones, porque no se dirigen a ellos.

En las últimas semanas hemos recibido multitud de declaraciones de líderes empresariales y sociales que nos hablaban, con cierta amargura, del declive del País Vasco. Creo que ese sentimiento no está basado en apriorismos sesgados, sino en cifras contrastadas. Todos ellos se quejaban de los eternos problemas: tenemos una evolución demográfica suicida y contamos con una juventud que está esta bien formada, al menos eso dicen los expertos, pero que carece de espíritu emprendedor. O bien buscan puestos seguros en la Administración, o en las cajas, o bien se desentienden de las tareas, siempre ingratas, de creación de riqueza y empleo. Tenemos una población envejecida, permanentemente insatisfecha y constantemente reclamadora de derechos. Todo lo queremos, porque todo se nos debe. Tenemos un sistema educativo, cuya reforma acaba de concitar un consenso político extraordinario, que nos diseña una educación que ha de ser integradora, no discriminatoria, interclasista, gratuita y orientada hacia las competencias más que a los conocimientos. Pero, ¿alguien se ha acordado de que lo principal es que sea un buena educación? No digo ya excelente, porque esa se ha convertido en algo discriminatorio, abusivo y perjudicial. Aquí está claro que para que ‘nadie se quede atrás’ hemos decidido ralentizar a los rápidos en lugar de empujar y estimular a los lentos.

En Euskadi tendremos un gran laboratorio social, fuertemente ideologizado, transversal y homogéneo. Es decir, nunca tendremos un High School de renombre, ni una Universidad como Harvard. Ni siquiera como Berkeley. Bueno, es una opción. Y para el modelo de país que hemos elegido de ‘txoko, batzoki y cooperativa’, es sin duda alguna la opción perfecta. Nadie se queda atrás porque está prohibido que nadie corra más que los demás. El triunfo de la mediocridad, el éxtasis de las medianías. El euskera como argamasa social obligatoria.

En resumen, lo único que veo mal del plan presentado ayer es que no habla de nada de eso, que es lo que les preocupa a nuestros líderes sociales y económicos. No les escuchamos. Así vamos.