Luis Ventoso-ABC

  • Pase lo que pase, no pasa nada si son los nuestros

Todo está permitido. Son los nuestros. Así que aunque España zozobre, aquí no pasa nada, porque para eso tenemos un Gobierno «progresista, feminista y ecologista» para todas y todos. Si Sánchez, Illa y Simón no dan una frente a la epidemia, la excusa es que el virus golpea muy duro a todos los países «y España no puede ser la excepción». Si son incapaces de contar el número de españoles muertos por el Covid-19, la respuesta consiste en sacar al doctor Simón a explicarnos a lo Barrio Sésamo que hacer sumas no es tan sencillo como les parece a los escolares. Si batimos el récord de sanitarios infectados, la culpa es de Isabel Ayuso, que es tremenda. Si se registran

lacerantes oleadas de muertes en las residencias de ancianos, a cuyo cargo se situó Iglesias en sonada rueda de prensa del 19 de marzo, la culpa vuelve a ser de Isabel Ayuso, despiadada privatizadora. Si Simón se larga a hacer surf a Portugal en pleno repunte de la epidemia, sin mascarilla e incumpliendo sus propios consejos de no viajar fuera del país, pues… ¡qué menos que el buen doctor descanse tras el enorme esfuerzo insomne que ha hecho por todos nosotros! (que se tradujo en la segunda mayor letalidad de la UE). Si este martes ha habido 1.690 contagios y en la última semana han sido hospitalizados por coronavirus 864 españoles, normal que el ministro de Sanidad esté de vacaciones por Teruel. Se lo merece, que es muy educado y nunca se enfada (aunque no supo implantar a tiempo las medidas de prevención, ni comprar material, ni establecer una estrategia nacional de test masivos, ni organizar una red de rastreadores, con lo cual firmó la peor gestión de Europa junto a la de Boris Johnson).

Si de un plumazo perdemos en un trimestre el 18,5% de la riqueza nacional, mejor hablamos de las noticias «inquietantes y perturbadoras» del Rey Juan Carlos. Si según la OCDE somos el país con peor pronóstico de recuperación, no pasa nada, que para estos problemillas tenemos a Nadia Calviño, una fenómena que le da unas vueltas a Keynes (y por eso nuestros socios la rechazaron para presidir el Eurogrupo). Si en las calles empieza a verse una inquietante sucesión de bajos cerrados, si en los comedores sociales hay colas y si los trabajadores estamos acongojados ante la ola de despidos que se intuye para el otoño; somos unos histéricos, porque todo está controlado: tenemos el «escudo social» de Iglesias Turrión y además Sánchez va a conseguir que la UE sufrague a fondo perdido todo cuanto despilfarro queramos acometer, y más.

Si Podemos está acusado en los juzgados de malversación y posible caja B, Sánchez no lo considera ni «inquietante» ni «perturbador» y pide respetar la presunción de inocencia. Pero cuando le tocó al PP organizó con los separatistas la eyección de Rajoy en nombre de la «regeneración democrática». Si un magistrado progresista del TC es detenido por posible violencia doméstica contra su mujer, todo fue un triste equívoco. Pero si fuese conservador ya estaría cesado y embreado en la plaza pública televisiva. Y si cuentas todo lo que acabamos de contar, no eres más que un radical de ultraderecha poniendo palos en la rueda imparable del progreso. Por cierto: ¿Qué progreso?