Que un Gobierno y un Parlamento propongan negociaciones con asesinos hace crujir todo el entramado de convivencia. ¿Por qué ese trato de diálogo?, ¿porque han matado tanto y tan gratuitamente que el Estado tiene que darles una salida? Cuidado con esa lógica. Quienes decidieron dialogar con terroristas, lo van a seguir haciendo, porque ahora hay dos razones más.
Probablemente no todos se hayan dado cuenta de lo difícil que es llevar adelante un diálogo con personas que no aceptan el marco de convivencia. No es de extrañar que el presidente hablara de las dificultades que iban a ser necesarias de superar, el tiempo, la paciencia, todo eso. Lo que no sé es si todo el mundo se ha dado cuenta de que esos que están contra el marco de convivencia política son unos delincuentes, que no hacen un mero discurso oral o literario contra él, sino que especialmente lo explican asesinando, y que todo un Gobierno y Parlamento propongan negociaciones con ellos hace crujir todo el entramado de convivencia. ¿Por qué ese trato de diálogo e interlocución?, ¿porque han matado, acaso?, ¿porque han matado tanto y tan gratuitamente que el Estado les tiene que dar una salida? Cuidado con esa lógica.
Es tan ilógico que no es de extrañar que los que se conviertan en estrellas de los medios, de la noticia, no sea ni mucho menos el presidente, lo son los portavoces de Batasuna. José Luis Rodríguez Ibarra se escandaliza de que Otegi sea más conocido que la mayoría de los ministros, pero el que así lo ha decidido ha sido el Gobierno desde el momento que decide la interlocución con él. Y es que, si se piensa un poco, salvo que lo que se quiera sea otro marco de convivencia, otra transición, otra constitución que acabe siendo confederal, etc., donde quepan los terroristas y los de la derecha se las vean y deseen para entrar, todo es un sin sentido que hace crujir todo el sistema.
Hace crujir el lenguaje, hace crujir la realidad, hace crujir la justicia, hace crujir la dignidad de las personas, hace crujir la moral. Porque es tan excepcional y surrealista todo lo que se ha montado con el proceso que el final lógico, como no podía ser de otra manera, es que nos encontremos con un nivel de tensión política realmente preocupante, no a pesar de los muertos que ha puesto ETA, sino precisamente por los muertos que ha puesto. Hasta a mi buen amigo Juaristi se le cruzó la idea, ya la ha dejado, que había que tener cuidado con las manifestaciones. Está preocupado, como cualquiera que lo piensa un poco.
Porque, a pesar de los dos muertos, ¿no había ochocientos antes?, los que decidieron en su día, más por obnubilación ideológica que por aplicar la racionalidad, dialogar con terroristas, lo van a seguir haciendo, porque ahora hay dos razones más para hacerlo, dos razones más para el desistimiento ante el terrorismo.
Sin embargo, es muy probable que descubierto lo que tenía el presidente para negociar con ETA, plasmado en el golpe que ETA le dio el día 30 tras pronosticar el 29 un futuro mejor, que no existan hoy tantas instituciones dispuestas a seguir ciegamente un proceso que sólo se basaba en la fe. Que judicatura, policía, entidades mediáticas, académicas y sociales, no puedan disponer del apoyo que en el pasado ofrecieron. Ahora si que el futuro va ser duro y costoso porque si se ha descubierto cómo negocia ETA también se ha descubierto las bazas del presidente. Ahora se sabe más para no arrojarse a una piscina sin agua desde el trampolín. Pensando alguno que quizás el mejor método de garantizarle la supervivencia a un grupo terrorista agónico no sea otro que seguir creando expectativas de negociación.
Pero a pesar de la indignación que padecen familiares de víctimas de ETA y la derecha española en general (y todos aquellos que provenientes de la izquierda decidimos dejar, conscientes de ello, nuestros posicionamientos por facilitar un denominador común de convivencia), hay que reclamar prudencia y serenidad, posibilitar una cierta reflexión, evitando que la visceralidad vuelva a entronizarse en la política española, por ello, prudencia. No sin admitir que la única manera de evitar un diálogo total y completo con los terroristas no tiene hoy otra fórmula que el disenso que hoy presenta el PP. Porque el consenso para negociar con ETA, de la forma que se ha presentado hasta el momento, con una ETA que mediante la negociación no sólo convierte en estrellas mediáticas a sus portavoces, sino que se engorda, se rearma y se renueva, sería proponer el fin de nuestra democracia. Por lo menos el PP hace de dique para que no caiga el sistema que se erigió en 1978. Otra cosa es que le pidamos que cuide algo más las formas, porque con tanto dramatizar y vulgarizar su discurso no convece más que a los convencidos.
Eduardo Uriarte, BASTAYA.ORG, 23/1/2007