Todo el poder

ABC 19/06/17
GABRIEL ALBIAC

· Si en Alemania Merkel cierra un similar dispositivo, el eje París-Berlín podrá consolidarse. Y, con él, la UE

EL 8 de septiembre del año pasado apunté a Emmanuel Macron como la alternativa presidencial oculta. Mis amigos se tomaron mi columna de ABC con displicencia. Macron era casi un desconocido. Y por aquí todos los comentarios giraban en torno al inmóvil tópico: ¿cuál de los dos partidos turnantes habría de frenar el ascenso de Le Pen? Las respuesta, visto el desbarajuste generado por Hollande, parecía favorable a los conservadores. Llegó, en abril, la primera vuelta de las presidenciales. Socialistas y conservadores fueron barridos. Le Pen se mantenía. Macron, no sólo pasó a ser la alternativa contra ella. Pasó a serlo contra todo el sistema de reparto político desde 1958.

La victoria de Macron en la segunda vuelta presidencial del 7 de mayo era síntoma de un hartazgo: el del votante encerrado en un juego a dos durante medio siglo. Una parte de esos hartos habían ido derivando hacia la peligrosa variedad de populismo proteccionista que el Frente Nacional representa. Quienes se han resistido a esa tentación, por saberla política y económicamente catastrófica, desviaron su apuesta hacia un joven sin partido, recién llegado a la política sin más equipaje que un currículum profesional impresionante. El viejo culto a la «aristocracia republicana», la aristocracia de la inteligencia que es mitología fundante de la República Francesa desde 1789, se antepuso a todo. Y la elección de un presidente sin partido se prolongó ayer en el don de una Asamblea Nacional controlada en sus dos tercios por un no-partido al servicio de la Presidencia. En un Estado como el francés, cuyo presidente posee poderes casi ilimitados, la inexistencia de contrapeso parlamentario da la posibilidad de acometer cualesquiera reformas, aun las más fundamentales, sin obstáculo eficaz. Es el mandato de la ciudadanía: acabar con los anacronismos vigentes y abrir un tiempo nuevo en Francia.

La Francia –como la Europa– en la cual nació la Vª República, en 1958, es hoy prehistoria: en lo económico, en los equilibrios internacionales, en las características de sus agentes sociales. Hubo el fin de la guerra de Argelia, hubo el 68 y nada volvió a ser igual, hubo la caída del Muro en el 89 y el derrumbe del Imperio Soviético y el fin de la Guerra Fría… Hubo el proyecto –hoy en un impasse– de la Unión Europea. Aunque no se lo crean los más jóvenes, en aquel tiempo un PC no era un ordenador personal. Sólo partidos e instituciones de poder permanecían intactos. Es lo que se acaba ahora.

La mitad de los votantes se ha abstenido: son los que, aun viendo lo vetusto de un régimen, no acaban de confiar en ese desconocido y su joven cofradía de ejecutivos triunfantes. La otra mitad ha aceptado el riesgo. Sencillamente, porque prolongar la parálisis les pareció suicida. ¿Qué viene ahora? Algo que no depende ya de Francia. Si en Alemania Merkel cierra un similar dispositivo, el eje París-Berlín podrá consolidarse. Y, con él, la UE. Si Merkel falla, la operación Macron no habrá servido para nada.