Del Blog de Santiago González-
El pleno del jueves que debatía la ampliación del estado de alarma se paró a las ocho en punto de la tarde. El motivo fue que los diputados presentes se sumaran a los aplausos que desde los balcones se dedicaban a esa hora a los sanitarios españoles por su entrega en la lucha contra el coronavirus. El pueblo español es muy de aplaudir, que es actitud propia del espectador. Aplauden los asistentes a cualquier representación, a una conferencia, tras un minuto de silencio, en los funerales. Se ha generalizado tanto la costumbre que los aplaudidos aplauden a los aplaudidores, no en los funerales, claro, por razones obvias.
El aplauso masivo es un exceso de la democracia, como el tuteo generalizado y el besuqueo entre gente que no es amiga. Los trabajadores de la Sanidad, no solo de la pública, también de la privada, merecen reconocimiento, pero como decía la periodista Etxarri en Twitter seguramente comprenderían que los aplausos de las ocho se sustituyeran por expresiones de duelo, un minuto de silencio, banderas con crespones negros, por los fallecidos que hoy habrán superado los 16.000.
Entre los sanitarios españoles hay más de 20.000 contagiados y 19 fallecidos. El Congreso debería imponer medidas de protección a estos profesionales, así como a los miembros de Los Cuerpos de Seguridad que en su conjunto ya suman más de 2.000 enfermos y una decena de víctimas mortales. El ministro Marlaska dijo que tenían las medidas adecuadas para su protección, pero el Sindicato Profesional de Policía niega esas medidas de protección contra la pandemia.
Sánchez lució corbata granate en el pleno, mientras sus opositores la llevaban negra, como él mismo por el atentado del Bataclán. Ochenta muertos, una tragedia. 16.000 son estadística. O geometría, ya se sabe, la curva. Sánchez y su Lastra pidieron unidad a golpe de insultos a la oposición. Vox ya se pasó al ‘no’ el jueves. El PP tendrá que hacerlo.
Edmundo Bal, un buen portavoz, estamos hablando de nivel Lastra, blandeó al ofrecer lealtad y unión y ver en Pedro Sánchez “ganas de cambiar”. ¡En Pedro Sánchez! Tratar de inocular comportamientos virtuosos en un tipo como el presidente es tarea imposible, Bal ya había sufrido sus mañas.. Él, que apreció delito de rebelión en los golpistas catalanes destituyó al abogado del Estado Bal por sostener ese mismo criterio.
La oposición apoyó la prórroga de la alarma; fueron sus aliados los que le fallaron: ERC, EHBildu y Junts pel Cat, que ni estuvo. C’s prometió colaboración para los pactos de la Moncloa, el último invento de Iván, aunque exigió “que la reunión sea verdadera”. El nombre de Sánchez junto cualquier derivado del sustantivo ‘verdad’ es puro oxímoron. Él no es la solución, sino el problema. Deberían recordar una sentencia que dejó en mi blog en abril de 2007 un tal Anaxágoras: “Si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos veces, la culpa es mía. Si me engañas tres veces, la culpa es del PP”.
No es improbable que Sánchez creyera que los aplausos del Congreso eran para él, en reconocimiento de su gestión. No vale de nada ponerlo ante el espejo. La imagen de los vampiros nunca se refleja. Todo lo más devolverá el eco de un aplauso. Todo en este país es muy plausible.