Tonia Etxarri-El Correo
La ocasión era la idónea para que el presidente del Gobierno diera explicaciones en sede parlamentaria sobre la trama de corrupción del ‘caso Koldo Ábalos’, cuyas ramificaciones han llegado a su entorno más próximo. Al fin y al cabo, la sesión de ayer era la habitual de control al Gobierno. Pero hace ya demasiado tiempo que el objetivo de ese pleno solo se ha quedado en el título desde que Pedro Sánchez maneja el timón del país. Ayer, en el Congreso, emplazó a Feijóo exigiéndole que fuerce la dimisión de Isabel Díaz Ayuso. Primer objetivo logrado: en vez de dar explicaciones sobre la trama de corrupción que le afecta, tiró por elevación. Silencio sobre Koldo, Ábalos y Francina Armengol, porque no se hablaba de otra cosa que de Ayuso. La presidenta de Madrid se siente acosada por Sánchez, que se la quiere quitar de en medio con cualquier pretexto desde la primera vez que la dirigente popular arrasó en las urnas. Y el espectáculo que hemos visto en las últimas horas en el Parlamento es lamentable.
No hacía ni veinticuatro horas que los ministros y portavoces de Sánchez se habían rasgado las vestiduras porque había salido a relucir el nombre de la esposa del presidente, Begoña Gómez, relacionada con una aerolínea rescatada. Una indignada ministra María Jesús Montero protestaba: «Cuando empezamos a implicar a familiares, pasamos a ser tremendamente injustos». Al cabo de unas horas de este lamento, el propio presidente del Gobierno se atrevió a pedir la dimisión de Díaz Ayuso. ¿Por qué? Por ser la pareja de un ciudadano que está teniendo una inspección fiscal. No es una trama; es una inspección. No se trata de la presidenta de Madrid, pero sí de su pareja. Y como al presidente le vale todo con tal de tapar la trama ‘Koldo Ábalos’ que le está rozando, devuelve la pelota a la oposición. Un tiro fallido porque la propia Díaz Ayuso compareció ante los medios (ella sí que admite preguntas de la prensa sin distinción) para explicar que es Hacienda quien debe dinero a su pareja y no al revés. En fin. A Pedro Sánchez le da igual. Sigue hablando del hermano de la dirigente popular, cuyo caso fue archivado por no haber causa. Ya sentencia él, que para eso cree que está al mando.
Ayer se habló en Bruselas de lo que el presidente no quiere ni oír hablar. Del fraude de las mascarillas. Cientos de millones de euros que afectan a los intereses financieros de la Unión, recordó Javier Zarzalejos. Pues bien. En el Parlamento Europeo, el portavoz socialista, Nicolás González, aprovechó para pedir que dimita Díaz Ayuso. Que se extienda el argumentario por todos los confines del planeta.
Hoy, la ley de amnistía (tan impopular según admite el ministro Bolaños) se votará en el Congreso. Aragonès le ha reventado la agenda a Sánchez al convocar elecciones anticipadas en Cataluña. En el peor momento del PSOE porque el ‘pelotazo’ de las mascarillas le salpica a Salvador Illa. Junts, que le tiene ganas a ERC, no ve otro candidato que Puigdemont. Se complica la gobernabilidad de España.