Manuel Jabois-El País
Entre ser criticado por poner la alarma tres horas antes, que lo habría sido, y ser criticado por ponerla tres horas después, el Gobierno eligió sueño
Si yo quiero saber qué pasa hoy en Wuhan tengo que dar un clic. Lo mismo al respecto de Lombardía, en este caso compartiendo cultura, continente y un idioma procedente del latín. Estamos informativamente más cerca que nunca de cualquier lugar, y emocionalmente tan lejos como siempre. Solo así se entiende que a solo 1.500 kilómetros hubiese 16 millones de personas encerradas en Lombardía por orden del Gobierno y en España la gente no solo siguiese como si tal cosa, sino hablando de Lombardía, precisamente, como si tal cosa. Ese ánimo general que era mayoritario en España hace dos meses, cuando ya muchos clamaban en el desierto solo con las noticias de Wuhan, estaba dividido en España el domingo 8 de marzo, cuando el “no se podía saber” suena hoy tan insólito que ya no había que informarse, solo abrir los ojos. La manifestación del 8-M fue una irresponsabilidad por una razón infantil: nadie en el Gobierno entendió a tiempo —tampoco es el Gobierno más adecuado para ello— que gobernar no es decir que sí a todo lo que quieren tus gobernados afines. Si el Ejecutivo animaba a ir a una manifestación por qué no llenar los estadios o ir al cine. Quién iba a imaginar que hasta la ultraderecha, quejosa de una generación que siempre encuentra algo a lo que echar la culpa y no asume nunca su responsabilidad, diría que la culpa de su mitin en Vistalegre fue del Gobierno por no prohibírselo. Si el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, habría que añadir que el conocimiento de una pandemia no exime de protegerse de ella.
He ido a ver el mensaje de Iago a mi WhatsApp y es del 1 de febrero. Ese día me colgó un link a la BBC (“Qué le hace el coronavirus al cuerpo y qué pasó con los primeros pacientes que sufrieron la enfermedad”) y un mensaje: “Empiezo a estar asustado de verdad. Como una gripe, los cojones”. Iago es amigo mío, ahora está en paro y tiene un empleo estacional en el sector turístico. Pero lee noticias. Leer el periódico por la mañana te da una ventaja de un día sobre el resto, me dijo una vez David Trueba, creo que sobre el diario de papel. No tengo ninguna duda de que si un ciudadano medianamente informado, ya no por la BBC sino por la OMS, estaba asustado “de verdad”, había gente en el Gobierno que tenía que estarlo mucho más porque su información era más abundante y más valiosa (solo un día después del artículo de la BBC, el 2 de febrero, el ministro Pedro Duque se reunió con dos expertos mundiales, Adolfo García Sastre y Luis Enjuanes). Se podía saber qué llegaba y cómo llegaba, podía no saberse cómo contenerlo porque su velocidad era imprevisible pero sí se sabía de la urgente necesidad de aprovisionarse sanitariamente mejor y de recomendar, no digo obligar, vaciar las calles en la medida de lo posible.
Yo soy demasiado viejo como para no saber que muchos de los críticos del Gobierno estarían defendiendo su gestión si el Gobierno fuese de otro signo político (EL PAÍS informó hace medio año de un informe de la OMS que hablaba de una pandemia inminente y mundial: fue colgada la noticia por un líder conservador que decía que la única pandemia era la del alarmismo, mientras sus comentaristas se reían del periódico y de la OMS como “chiringuito subvencionado para decir paridas” o algo así; les ahorro lo que están diciendo esas personas estos días). Del mismo modo, sé que con Rajoy al mando muchos de los “no se podía saber, todos los países están igual” estarían hablando de su dontancredismo como modalidad criminal. Esto funciona así: mal, pero es una manera de funcionar. España es un negocio viejísimo y previsible. Por eso resulta irresponsable reclamar unidad desde el Gobierno exigiendo que esa unidad implique ausencia de crítica. Entre ser criticado por poner la alarma tres horas antes, que lo habría sido, y ser criticado por ponerla tres horas después, el Gobierno eligió sueño. Y, no pudiendo evitar la pesadilla, podría haberla hecho más corta.