JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 25/09/16
· Tenemos, por tanto, un escenario dramático, con todas las espadas desenvainadas.
Pedro Sánchez intenta hacer con el PSOE lo que Felipe González, sólo que a la inversa: González lo desmarxificó. Sánchez intenta remarxificarlo. En 1979, tras una cruenta batalla con los dogmáticos, que incluyó su dimisión para ser devuelto al cargo con todos los honores, González consiguió convertir el socialismo español en socialdemocracia. En octubre de 2016, Sánchez pretende devolverlo a la izquierda pura y dura, en pugna con los pragmáticos. Una prueba de que la historia avanza, pero no en línea recta, sino zigzagueando. Incluso con retrocesos, como hemos visto más de una vez en España y otros países, aunque el pasado nunca vuelve. Y si vuelve es más como comedia que como tragedia, según el propio Marx.
Pedro Sánchez ha plantado cara, no ya a Rajoy, sino a los barones socialistas que defienden permanecer en la oposición para reorganizarse y ajustarse a los cambios traídos por la gran crisis. Eso requiere que exista un gobierno, que no puede ser otro que el de Rajoy. Pero Sánchez sostiene que debe formar un gobierno con todas las fuerzas «de cambio», desde Podemos a los nacionalistas. Los números le salen. Lo malo son los vetos. Por lo pronto, Ciudadanos y Podemos son incompatibles.
Luego, su Comité Federal le ha prohibido negociar con quienes aboguen por el «derecho a decidir» a través de referendos de autodeterminación, que son la inmensa mayoría de los partidos nacionalistas. Lo que le deja con menos votos que Rajoy en su fallida investidura. Es por lo que intenta que le autoricen a pactar con los nacionalistas una vez que estos aplacen sus referendos. Y si no le autorizan, amenaza con apelar a una militancia «sectaria», Joaquín Leguina dixit, que le apoyará.
Los escollos son varios. El primero: ese aplazamiento nacionalista ¿cuánto va a durar? ¿Una semana? ¿Un mes? Porque pensar que van a olvidarse definitivamente de él es soñar despierto. Incluso el PNV quiere negociar de tú a tú con España, como dijo ayer Urkullu. Luego, Podemos no es un aliado de fiar, con una crisis en su cabeza que sólo puede acabar con que ruede alguna de ellas, la más blanda probablemente, como suele ocurrir en las organizaciones radicales. Aparte de que no puede olvidarse que el último objetivo de Podemos no es pactar con el PSOE. Es sustituirlo como referencia de la izquierda española. Algo que parece haber olvidado Sánchez, pero no sus barones.
Tenemos, por tanto, un escenario dramático, con todas las espadas desenvainadas y todos contra todos, incluso dentro de los propios partidos, salvo el PP, cohesionado por el poder. Es posible que las elecciones gallegas y vascas de hoy despejen la escena, de caer espectacularmente alguno de los protagonistas. Pero de quedar más o menos como están, habrá que esperar a diciembre para saber quién gana y quién pierde en esta pelea de nuestros políticos, incapaces de ponerse de acuerdo para algo tan importante como formar gobierno. Aunque a nosotros nos toca parte de la culpa por elegirles. Quiero decir, por votar con la vesícula en vez de con la sesera. Otra vez.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 25/09/16