Teodoro León Gross-El País
¿Hasta dónde irá la política del Gobierno? De momento tiene el beneficio de la duda. Pero la duda arrastra ya un largo reguero de cadáveres y fracasos
Tres días después es innecesario enfatizar que la decisión del Aquarius honra al Gobierno español. A efectos de los 629 da igual si ha actuado de cara a la galería por marketing oportunista. Para los 629, que es de lo que se trata, esto supone la salvación, o al menos la esperanza. Embarcados a su suerte en el largo camposanto azul del Mediterráneo, suponía un imperativo moral. Y el Partido Popular ha perdido una oportunidad de callarse si no van a admitir que ellos fallaron, como todos los gobiernos europeos sin brújula moral ante la realidad, lamentando no haber estado a la altura. Desde Génova han preferido proclamar que los demás deberían estar a su ‘bajura’. (A Feijoo, ya en campaña, ¿van a decirle también que actúa cosméticamente?). El PP no puede ocultar que les irrita la decisión de Sánchez porque los retrata, por contraste, en una incómoda mezquindad moral.
Por supuesto, el Gobierno, como cualquier gobierno, debería calibrar el alcance de su movimiento; del mismo modo que un jugador de ajedrez no movería una pieza sin calcular la cadena de reacciones que provocará. Se trata de actuar pero trazando una estrategia que no convierta la decisión en origen de problemas mayores sino, a ser posible, de soluciones. Ahí es donde se examina ahora el Gobierno, antes de enfrentarse a sus contradicciones. Y de momento los dirigentes europeos parecen poco dispuestos a contribuir más allá de algún elogio cortés y anunciar fondos. Hay un eje nacionalpopulista en ciernes Roma-Berlín-Viena y, va de suyo Budapest, por la mano dura. Es fácil llamar fascista a Salvini, entre otras cosas porque es un fascista, pero Italia ha recibido medio millón de inmigrantes –para entendernos, cuatro Aquarius a la semana– mientras Europa se desentendía de una frontera Schengen que es de todos.
Este no es un fracaso italiano, sino un gran fracaso europeo que no puede resolverse con una puja a ver quién se retrata ante cada barco: “200 náufragos, ¿quién se los queda?… 200 a la una, 200 a las dos… ¿No hay quién dé más?… ¡adjudicados a Malta!”. Esa imagen basta como catástrofe. Más que una decisión correcta, se trata de tener una política correcta.
De momento Sánchez ya es máximo responsable de las contradicciones de España: vallas, indiferencias, concertinas, CIE… Estos días se ha repelido un asalto de 400 en Ceuta: ellos no son bienvenidos. Y como ha enfatizado la presidenta andaluza, tras elogiar la decisión del Aquarius, el sur de España es frontera de muchos aquarius. Solo a Andalucía llegaron 500 este fin de semana. Hay 1300 menores sin tutela, un problema muy duro. No hay un presupuesto especial, pero sí un abismo especial. Y ahí la solidaridad de otras ciudades o comunidades escasea. Entretanto el cementerio marino ensancha la sucursal del Estrecho. Ante esto se puede mirar para otro lado –“el oficio más antiguo del mundo no es la prostitución, es mirar para otro lado” dice el gran Manuel Rivas– o asumir la realidad.
Una decisión puntual resuelve un problema pero no resuelve el problema. Parafraseando el fuego de Cortázar, todos los aquarius, el Aquarius. ¿Hasta dónde irá la política del Gobierno? De momento tiene el beneficio de la duda. Pero la duda arrastra ya un largo reguero de cadáveres y fracasos.