IGNACIO CAMACHO – ABC – 23/04/17
· Madrid no es Murcia ni Valencia; lo que ha saltado en pedazos es el bastión simbólico, el escaparate del centro-derecha.
No hay modo de pasar página. Ni de que la nación tenga una cierta estabilidad política mientras al partido de Gobierno lo esté devorando la corrupción por las patas. Día tras día, los telediarios escupen basura sobre una opinión pública hastiada. Ministros, diputados y demás altos cargos musitan vagas excusas para salir del paso con la cabeza baja. Saben que aunque estén personalmente limpios no pueden dedicarse al trabajo institucional con los pies hundidos en una charca. Andan bloqueados, en estado de shock, zarandeados por el turbión de escándalos que se suceden a ritmo de dos por semana. Están en el poder pero se sienten incapaces de gobernar porque consagran su tiempo a esquivar bofetadas.
El PP se halla a punto de entrar en colapso. El estallido tardío de la etapa de Aguirre es imposible de acotar como un período amortizado. Madrid no es Murcia ni Valencia; es el bastión simbólico del centro-derecha, el escaparate de la política liberal lo que ha saltado en pedazos. Aunque el esperancismo había creado un contrapoder interno alternativo al de Rajoy, los ciudadanos no distinguen esos matices casuísticos; entre otras cosas porque todos se agrupan bajo las mismas siglas y porque el actual presidente tuvo varias oportunidades de desbaratar el mandarinato.
En vez de dar un golpe en la mesa cuando consolidó su liderazgo, prefirió dejar correr las cosas y ahora se ve ante la penitencia de ese pecado. Al margen de la salpicadura de las irregularidades y presuntos delitos a toda la reputación de la marca popular, la más que probable financiación ilegal de campañas electorales afecta de lleno a la circunscripción por la que él mismo era candidato.
Más allá de la delimitación de responsabilidades individuales, en gran parte del electorado ha empezado a calar la idea de la estructura corrupta, del PP como una organización podrida. El concepto puede resultar injusto pero se difunde apoyado en la evidencia de una venalidad extensiva. La concatenación de asuntos turbios favorece esa impronta demoledora sobre la que percute con éxito el discurso populista.
El asentamiento de un arquetipo moral negativo y de un marco mental adverso amenaza con consecuencias dramáticas; si hasta ahora el marianismo ha resistido es por el temor que inspira a las clases medias su presumible alternativa. Pero todo tiene límites y el eterno aplazamiento de la catarsis conlleva el riesgo de acabar conduciendo a una crisis de hastío nihilista.
De momento está provocando una situación de bloqueo. Al Gabinete le va a costar en estas condiciones cerrar un acuerdo sobre los Presupuestos; como mínimo tendrá que afrontar un aumento del precio. Ya no puede encerrar la corrupción en un compartimento estanco; en política, como en el relato de Cortázar, todos los fuegos son el mismo fuego. Y acaso sea la propia legislatura la que acabe consumida en ese incendio.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 23/04/17