La lluvia que ayer vistió de gris la celebración de la Fiesta Nacional se llevó por el desagüe la amenaza de unas terceras elecciones. No hubo brindis en la recepción que ofrecieron los Reyes en el Palacio Real, pero pudo haberlo. Por el desbloqueo y el fin de una España en funciones. Así lo manifestaron ante Felipe VI los representantes de PP, PSOE y C’s –de Podemos no fue nadie–, quienes mostraron su seguridad en que la investidura de Rajoy saldrá adelante y que, por tanto, no existe el riesgo de acudir de nuevo a las urnas. Desde el PP y C’s dieron por segura la abstención del PSOE. Por su parte, los socialistas la han asumido y están inmersos en la búsqueda de la fórmula que evite nuevos comicios y, a la vez, no amplíe la «hemorragia» por la que se desangra el partido desde hace semanas, como dijo un destacado barón del PSOE.
Porque lo cierto es que la abstención podría agravar la herida socialista. Las opciones pasan por la abstención de sus 85 diputados, por una técnica de sólo 11 –el mínimo necesario– o, incluso, por convencer al PNV para que facilite la investidura.
La de ayer fue una mañana de caras, gestos y pocas palabras. Nadie quería cometer un error que agujereara la bandera blanca que ondea entre PP y PSOE. Cautela y respeto a los tiempos del rival era la consigna. Las preguntas se respondían con medias sonrisas, suspiros, cejas hacia arriba, cansancio en el rostro… Pero dejando una cosa clara: el fantasma de las terceras elecciones generales ha sido encerrado en el desván.
Todos miraban el calendario para situar el sábado 29 o domingo 30 como día de la investidura de Rajoy. Entre la nutrida representación del PP se respiraba optimismo, al tiempo que se ponía en valor la figura de Javier Fernández, presidente de la Comisión Gestora del PSOE, con diferencia uno de los líderes más compungidos durante la recepción real.
Rafael Hernando, el portavoz popular en el Congreso, daba por hecho que Rajoy será presidente a finales de mes. Una opción «factible» entre los populares gracias a la abstención del PSOE. Pero en el PP evitaron ser explícitos, minimizando cualquier presión sobre los socialistas.
Los tiempos y la estrategia los marca Rajoy. Y ayer apostó por el silencio: «Lo mejor que puedo hacer es estar callado. No debo hablar». La orden fue clara. Las negociaciones se llevan fuera de los focos con discreción, como demuestra el hecho de que Rajoy y Fernández no protagonizaran ninguna conversación durante los habituales corrillos en el Palacio Real. «No he hablado con él. Hay mucha gente», se limitó a exponer Fernández. Por su parte, el presidente del Gobierno en funciones se limitó a admitir que la interlocución con el PSOE es ahora «más fácil» que cuando Pedro Sánchez era secretario general. Cabe recordar que el dimitido líder socialista llegó a calificar de «prescindible» su última reunión con Rajoy y desde Moncloa llegaron a decir que Sánchez no quería coger el teléfono a Rajoy, algo que desmentían en Ferraz.
La investidura del líder del PP y la crisis del PSOE dejaron en un plano secundario tanto a Albert Rivera, protagonista del año pasado, como a la situación en Cataluña. El presidente de Ciudadanos, que mantiene su disposición a votar sí al líder del PP en la próxima investidura siempre que tenga los apoyos necesarios, dio por hecho que habrá legislatura, «salvo rebelión de última hora» en las filas del PSOE. Rivera, pese a mantener una buena relación con Sánchez –tras su dimisión le envió un mensaje personal al móvil–, se posicionó del lado de los barones territoriales, pidiendo al entonces secretario general que facilitara el Gobierno de Rajoy.
El optimismo general del ambiente en Palacio –político, económico, judicial…– tornaba en truenos y relámpagos en la esquina del Comedor de Gala donde se hicieron fuertes los representantes del PSOE. El estado de ebullición que viven los socialistas se trasladó al Palacio Real. La discrepancia de criterio en el seno de las filas socialistas fue uno de los centros de atención. Mientras Felipe VI saludaba a sus invitados tras haber anunciado el día anterior que hará una nueva ronda con los partidos el 24 y 25, en un rincón del salón se evidenciaba la crisis del PSOE. Francina Armengol, presidenta de Baleares, mantenía una acalorada discusión con Javier Fernández, al que parecía abroncar y que apenas podía articular palabra. Armengol es de la corriente de Pedro Sánchez, partidaria del no a Rajoy. Fernández, por contra, abre la puerta a la abstención. «Le he dicho al presidente de la Gestora que me parece mal que abra la puerta a la abstención sin que se haya debatido en el seno del partido», explicó a los periodistas Armengol tras su charla con Fernández. «No es adecuado que abra en los medios el debate que ha abierto sobre la abstención cuando en el Comité Federal nadie ha propuesto esta posición en concreto».
Tras la discusión, tanto Armengol como Fernández abandonaron la recepción oficial. «Mi esperanza ahora mismo es poder irme», se limitó a decir el presidente de la Gestora, con gesto cansado. «Tengo la sensación de que me entienden más fuera que dentro» del partido, confesó, para reconocer estar preocupado por que en el PSOE haya calado la idea de que hay que someter a los militantes la decisión de abstenerse para facilitar la investidura.
La presidenta de Baleares respalda la posición de Sánchez contraria a Rajoy, al igual que el catalán Miquel Iceta o la vasca Idoia Mendia. Pero ayer, la única representante sanchista era Armengol y ella quiso dejar clara su posición.
Precisamente, Sánchez volvió a expresarse –se encuentra fuera de España– a través de las redes sociales. El ex secretario general instó a celebrar el Día de la Fiesta Nacional «apelando al diálogo y al entendimiento para construir país» y aseguró que en ese «empeño» trabajarán «siempre» los socialistas.
Pero si Fernández recibió la reprimenda de Armengol, pocos minutos después obtuvo el respaldo de Susana Díaz, otra de las grandes protagonistas de ayer. Una evidencia más de las dos almas socialistas actuales. Completamente de rojo, la presidenta de Andalucía lanzó un cable a su compañero: «Tengo que ser prudente y respetar y apoyar a la Gestora». Eso sí, evitó pronunciar la palabra abstención y se limitó, como los otros dirigentes socialistas, a señalar que está confiada en que no haya terceras elecciones. «Tranquilidad. Siempre llegaremos a acuerdos», reseñó sobre el próximo Comité Federal que va a celebrar el PSOE –posiblemente el 23 de octubre– y que debe decidir la posición en el debate de investidura de Rajoy.
Hasta ese domingo 23, el PSOE está inmerso en la búsqueda de fórmulas para cumplir con su objetivo de evitar nuevas elecciones. Algunos líderes territoriales buscan salidas de emergencia a la abstención. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, tanteó algunas: una abstención técnica o una ausencia de 11 señorías o entablando conversaciones con el PNV para conocer su disposición a, llegado el caso, apoyar al líder del PP y que el PSOE no se tenga que abstener para evitar las elecciones.
Page fue muy gráfico para definir la situación actual del partido: es un enfermo que sigue «grave» tras «una operación de trasplante» que afronta un postoperatorio donde aún existe un «riesgo de hemorragia».
Mientras el PSOE intentaba lamerse las heridas reagrupándose en una esquina, en el otro extremo del Comedor de Gala Antonio Hernando, otrora hombre fuerte de Sánchez y encarnizado defensor del no a Rajoy, recibía un cariñoso saludo del Rey. Tras su reconfirmación como portavoz en el Congreso de los Diputados, será el encargado de defender la posición del PSOE en cuanto a Rajoy, que bien pudiera ser la abstención. «Es complicado, pero lo explicaré bien. Primero a los militantes, antes de subir a la tribuna», reflexionó Hernando.
Después, todos desfilaron, menos las urnas. Que parece, esta vez sí, que se quedarán sin hacerlo.