Pablo Pombo-El Confidencial
No me importa reconocer que me desazona el desdén del Madrid acomodado y tertuliano tras el anuncio de la moción verdosa. Muy parecido, por cierto, al de la clase política tradicional
Vaya por delante mi entero rechazo a lo que implica Vox. Integral, sin adjetivos. Repudio sobre todo su doble moral. La impostura. Pero también su análisis y su proyecto, su lenguaje y su mensaje, su táctica y su estrategia. Todo. En su odio, su manoseo de las emociones ajenas y su afán de dividir para enfrentar y sacar un rédito contrario al bien común, se encuentra lo que detesto y lo que temo, aquello a lo que me opondré a lo largo de mi vida. La némesis de la ilustración y la razón. La semilla de la deshumanización, la locura.
Por eso me los tomo en serio, porque se puede estar loco sin ser idiota. Porque detrás del anuncio de la moción de censura hay muchas horas de trabajo. Porque las condiciones objetivas son y serán propicias para que se expanda esta versión actualizada de la extrema derecha. En definitiva, porque los considero mis adversarios.
Y no me importa reconocer que me desazona el desdén del Madrid acomodado y tertuliano tras el anuncio de la moción verdosa. Muy parecido, por cierto, al de la clase política tradicional. Unos se atusaron el peinado, otros se mesaron las barbas. Y la expresión de desdén resultó general. Sonrisas de medio lado. Interpretaciones perezosas. Variaciones estivales sobre la soberbia intelectual.
Lo grave de esa arrogancia es que contrasta con la evidencia. No estamos en los albores del nacionalpopulismo. La fórmula lleva años apilando éxitos en muchísimas naciones. Van a más. Ya nadie puede hablar de efecto sorpresa. Tampoco aquí. Sin embargo, las élites siguen sin tomar nota y sin verlas venir. Están jugando en la pantalla anterior.
Juguetean y se precipitan cuando dicen que es absurdo anunciar en julio la moción, que esto solo va contra Casado, que no servirá para nada, que Sánchez será el único beneficiado. ¿Por qué no hacemos el ejercicio de ver la jugada desde su lado del tablero? Visto desde el ángulo de Vox, no faltan motivos para apuntar que el movimiento puede estar bien tirado.
Tiene sentido anunciarlo ya. El paso es comparable al lanzamiento de un tráiler cinematográfico con la fecha del estreno impresa. Un ‘teaser’ publicitario, destinado a captar y ampliar la atención del público potencial. Generación de expectativas. Cebar la demanda. Eso por el lado de la comunicación.
En la vertiente política también hay justificación. Aparquemos la foto fija, apliquemos un análisis dinámico. Pensemos en lo que irá ocurriendo de aquí a septiembre. Parece poco probable que lo sanitario mejore. Es prácticamente imposible que vengan buenas noticias en lo económico. En breve comprobaremos que un quinto aproximado del PIB se ha evaporado. Esta semana hemos descubierto que en España hay 20 millones de adultos sin trabajar y 14 millones con empleo. Después de agosto se apagará el sector estacional laboral. Más vértigo. Más temor y más rencor. Desafección en la clase media, el mayor caladero electoral de nuestro país.
Estamos en verano pero ‘winter is coming’. Las cifras se acumularán. Y la afilada frialdad de cada número será vendida por Vox como un motivo más para el “hay que echarlos”. Explotación del tiempo. Cargarse de razones.
Hay más hitos en calendario. El comienzo del curso escolar se anuncia tormentoso. Un poquito más de encabronamiento por la chapuza y la impresión de desprotección. Tic. Tac.
Además, todo el mundo contempla la posibilidad de adelanto de urnas en Cataluña. ¿Alguien se cree que ellos no? ¿Qué mitin en tiempos de distanciamiento social, qué acto público con los nacionalistas radicalizándose, puede tener más resonancia electoral que una moción de censura?
Horas y horas de ‘prime time’. Tiempo infinito para que el candidato exponga su programa de gobierno. Presentación a España como alternativa de poder. 30 minutos para los competidores. Visibilización con esteroides del volumen político, más que suficiente para la censura, para un recurso de inconstitucionalidad, o para promover una reforma de la Carta Magna. Gestión de los recursos parlamentarios, como Salvini en la escalada.
Quienes menosprecian esta moción se quedan en el resultado. Van a perder seguro y duro, dicen. Ya está. No hay más. Vaya chasco les espera. Anticipan un final de historieta porque aplican la lógica convencional.
Para los de Abascal la censura puede ser el inicio de un capítulo nuevo, el plan puede ser convertir la derrota en una victoria, en un ejercicio de dignidad y coherencia. Quieren quedarse solos. Apoyos no. No aspiran a ser útiles, no han tomado esta decisión para gobernar ya. El propósito es calentar a los suyos, subirle la temperatura a los cercanos y soliviantar a los demás para que dejen lo suyo y les hagan publicidad.
Las condiciones climáticas están cambiando. El tiempo es otro. España ya no está en la época de la ‘Escopeta nacional’ sino en la escupidera nacionalista, Vox ha nacido para convertirse en el gran recipiente del malestar ibérico y la moción de censura está diseñada para ese objetivo.
Dicen los más cercanos al PP que la acción va contra ellos. Y luego que es un error ridículo. En esa paradoja, fruto del pensamiento autorreferencial, hay mucho de señalarse la herida. ¿Cómo puede dañarte quien está equivocándose y haciendo el ridículo? Veremos qué acaban votando. El sentido de Estado indica hacia un lugar. El miedo a la cadena de acontecimientos que pueda desencadenar un ‘no’ a escala municipal y autonómica indica un punto más templado.
Finalmente, el gran descubrimiento: esto es bueno para Sánchez. Recórcholis, vaya caída del guindo. Nadie ha hecho y nadie hará más por Pedro que Santiago. Y viceversa. Desde el principio, se buscan y se encuentran. Se acompasan porque se necesitan. Cada día, se dan de comer crispación el uno al otro. Jornada a jornada vienen trenzando el dilema forzado con el que quieren llegar a las generales: él o yo. Ese es el camino, la moción de censura contiene la primera gran oportunidad de polarizar hasta el paroxismo. Los dos, en el fondo, cuidarán el uno del otro. Malo para nuestro futuro.
No es buena esta moción de censura para España. Por divisivo, no se me ocurre nada más antipatriótico que lo que veremos cuando las placas choquen. Aumenta el riesgo de grieta. Solo por eso, porque no estamos para más heridas, ya habría que tomárselo en serio.