Kepa Aulestia-El Correo
Si Urkullu cree mejor adelantar en un año las próximas elecciones autonómicas, debería recurrir a una explicación de normalidad, evitando dramatizar el momento político
La intervención del portavoz de EH Bildu, Julen Arzuaga, en el debate sobre la ley de reconocimiento de víctimas de abusos policiales tronó dentro y fuera del Parlamento vasco, provocando una sensación amarga entre el desconcierto y la indignación. Las víctimas que pretende resarcir la nueva norma no se merecían eso. Tampoco las personas que se encontraban en la tribuna, sobre las que -al compararlas con los nazis y el genocidio- Arzuaga cargó las culpas de lo ocurrido entre 1978 y 1999; con lo que banalizaba el padecimiento sin límites de millones de seres humanos en pleno siglo XX. Para abstenerse en la votación de la ley, EH Bildu optó por emplearse a fondo. En vez de pasar de puntillas por el debate -que es lo que, por lo general, hace quien al final no va a votar ni sí ni no- prefirió el desvarío. De manera que la norma podría volver al Tribunal Constitucional; no tanto por su contenido, como a causa del escándalo provocado el jueves por Arzuaga.
Cabe preguntarse si la izquierda abertzale necesitaba semejante pronunciamiento para reconocerse a sí mismo en estos momentos de volatilidad política, o fue una salida de tono que ahora trata de justificar al modo de siempre: convirtiendo al exaltado portavoz en víctima de la presidenta del Parlamento, del sindicato policial, de las redes sociales… Todo con tal de no enmendarla. De manera que lo hecho el jueves se explica por lo que pasó ayer, y así sucesivamente; como si se añorara la espiral, de la que no acaba de despedirse la izquierda abertzale.
La izquierda abertzale también mira las encuestas, y descubre que entre el 28-A y el 26-M podría desquitarse del baño en votos que le dio Podemos en las anteriores, arrebatándole la bandera alternativa. De manera que tanto la disposición de Otegi para asegurar un próximo Gobierno de Sánchez como los exabruptos de Arzuaga podrían reflejar, en su contradicción, el envalentonamiento de una izquierda abertzale que hasta hace bien poco parecía empantanada en la superación de «los efectos del conflicto armado», por referirlo con sus palabras.
Entre 2016 y la votación de los decretos ley del Gobierno de Pedro Sánchez en la Diputación Permanente del Congreso, Arnaldo Otegi ofreció en numerosas ocasiones los escaños de su formación para que el PNV se librara de la compañía del PSE, para conformar una mayoría ‘rupturista’ con la izquierda abertzale y Elkarrekin Podemos. Ayer el lehendakari Urkullu les interpelaba, preguntando por qué no ofrecían a la gobernabilidad de Euskadi el apoyo anunciado para que Sánchez continúe gobernando España.
Puede ser comprensible que se le afee al presidente Sánchez la disposición de Otegi, que el secretario general del PSOE contempla como quien no considera elegante rechazar un obsequio. Pero es algo que no se le puede reprochar al líder indiscutido de la izquierda abertzale; todo lo contrario. Es la primera vez en la que, ante dos opciones para el futuro inmediato de la política española, la izquierda abertzale ha mostrado su previo y público apoyo a algo distinto al recrudecimiento del ‘conflicto’.
Lleva razón Urkullu cuando señala lo contradictorio que resulta ver a la izquierda abertzale secundando los ‘viernes sociales’ de Madrid, mientras se desentiende ante iniciativas similares en Euskadi. Pero esa es la naturaleza del oasis vasco; conviene no olvidarlo. Será casualidad que la turbación coincida con las cábalas, hechas públicas y no desmentidas entre Erkoreka y Urkullu, sobre un posible adelanto electoral para la Cámara vasca a la luz de lo que digan las urnas el 28-A y el 26-M. Aunque mejor que no se presente como tal, sino como un ajuste técnico de la legislatura. Convendría no dramatizar al respecto. Bastaría con convocar las autonómicas cuando el lehendakari lo considere oportuno, reconociendo que la legislatura ha llegado a su término un año antes de lo previsto. Puede que el globo del oasis vasco haya pinchado por varias causas. Entre ellas la forzada ilusión de un país que se entiende y da ejemplo. Mejor pasar página votando otra vez.