Miquel Giménez-Vozpópuli  

Puigdemont y Torra planean convocar comicios autonómicos después de vacaciones. Artur Mas está totalmente en contra. Primer asalto.

El separatismo se halla más fragmentado que nunca. Al enorme abismo entre Junts per Catalunya y Esquerra, que ya no se molestan en disimular, viene a sumarse la fractura en la formación de Puigdemont y Torra. El núcleo duro de los neoconvergentes apuesta por elecciones autonómicas antes de que Artur Mas opte a encabezar el cartel de los herederos de Pujol. Ni el de Waterloo ni el ex editor lo desean, porque saben que tal circunstancia conllevaría su desplazamiento. Mas ha dejado meridianamente claro que es partidario de tascar el freno y no sacar los pies del tiesto. Sabemos de buena fuente que el ex presidente de la Generalitat ha estado manteniendo discretísimos contactos con empresarios catalanes que le habrían hecho llegar la necesidad de desembarazarse de los hiperventilados. Artur Mas sabe que, sin el apoyo del empresariado, la neoconvergencia acabará por desaparecer en aras de una Esquerra que, a día de hoy, se muestra más dialogante y pactista que JxC. A pesar de las declaraciones altisonantes o las fotos con Otegui, Esquerra sigue lenta y pacientemente la estrategia dictada por Junqueras: nada de salirse de la ley. En el partido separatista de derechas hace tiempo que se han encendido las luces de alarma y no son pocos los que han pagado con su cargo desafiar el poder de Puigdemont, léanse los casos de Marta Pascal o Carles Campuzano por no citar a muchos otros. Eso hace que los mismos compañeros de partido de Torra estén divididos y, a cada día que pasa, ganen más posiciones los moderados ante radicales como Puig, Nogueras o Borrás. Por eso, desde Waterloo han dado ya las órdenes pertinentes: elecciones en octubre a más tardar.

Se habla del 27 de octubre, aniversario de la república de los siete segundos, como fecha

Puigdemont basa el éxito en estos comicios en el prestigio que aún le queda, habida cuenta de los buenos resultados que cosechó en las elecciones europeas. Además, octubre es el mes sagrado para el movimiento lazi, puesto que se conmemora el aniversario del 1-O, la declaración del 155 y, como todo indica, también coincidiría con la sentencia a los presos. Ese clima de exaltación “patriótica” resultaría, según él, propicio para validar un triunfo electoral que dejase a Esquerra como segunda y a su propia persona como referente ineludible. El fugadísimo pretende acaparar todo en su beneficio, apartando de una vez por todas en el PDeCAT a los moderados. Los movimientos internos son tremendos y, aunque no sean del dominio público, las cenas veraniegas en determinadas localidades de la Costa Brava entre dirigentes ex convergentes se han empezado a multiplicar. En todos se dice lo mismo: ha llegado el momento de deshacerse de quienes nos han llevado a un punto de no retorno y confiar en Artur Mas, el único que puede ordenar el partido. Han tomado buena nota de la carta que publicaron esta semana pasada Sánchez, Rull y Turull, en la que pedían a los suyos que ayudasen a investir a Sánchez. Saben que, con un presidente del PP, sus posibilidades de indulto son cero.

Puigdemont, embarcado en la estrategia del o yo, o el diluvio, se ha atrincherado en unas posiciones numantinas que no tienen en cuenta ni a sus propios. Se habla del 27 de octubre, aniversario de la república de los siete segundos, como fecha y, aunque en Cataluña todo lo que afecta a la política ha de ponerse bajo fielatos de sospecha, existen indicios de que se están moviendo las cosas. Esquerra, de hecho, habría consultado la disponibilidad de espacios públicos tanto el 20 como el 27 de noviembre.

Nos esperan meses de vértigo y, quizás, de caídas apocalípticas. Porque, en el otro terreno de juego, habrá que ver si el PSC sigue creciendo, si Ciudadanos baja en intención de voto y qué hace Valls

¿Será este un otoño caliente? ¿Se dará a estas elecciones el carácter de plebiscitarias – una vez más – como exige la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie? ¿O los moderados y Mas conseguirán aplazar la cita electoral hasta el próximo febrero, tesis que apoya Esquerra?

Nos esperan meses de vértigo y, quizás, de caídas apocalípticas. Porque, en el otro terreno de juego, habrá que ver si el PSC sigue creciendo, si Ciudadanos baja en intención de voto y qué hace Valls y su nuevo partido. Por no hablar del rol de los Comuns y de si el PP desaparece por completo de la escena parlamentaria catalana. Y VOX, claro, que de eso se habla poco. Seguiremos informando.