Miquel Escudero-El Correo
Tras la debida autorización judicial, la Policía registró hace más de seis años el domicilio de Josep Maria Jové, alto cargo de la Generalitat y de ERC. Ya hemos hablado de uno de los documentos que fueron incautados, el conocido por ‘Enfocats’. Está claro que, dentro de la ley, se puede intentar cualquier cosa, pero ya estamos curados de espanto y hay que saber con quiénes nos las tenemos. En esas páginas, tras distinguir siete tipos de catalanes por su actitud (sumisa o no), se planteaban distintas estrategias en cada nivel. Tratando siempre de dar la impresión de una amplia mayoría social apoyando su proyecto, que pareciese realista y prometiera calma e ingentes beneficios. A su vez, «evidenciar la imposibilidad de regenerar España mientras Cataluña forme parte». Este hacer perder toda esperanza se cebaba en los llamados «convencidos del no». Ahí quiero ir a parar.
Se trataba de hacerles a estos la vida imposible, lanzarles la jauría y hacerles saber que «las calles siempre serán nuestras»; algo que ya en sus días de asalto dijeron y practicaron los nazis. Dicho en suave, pero comprensible para cualquiera: «activar a sus entornos independentistas más cercanos» y «desincentivar su participación». La pulsión totalitaria del ‘procés’ está aquí retratada.
No miremos a otro lado según toque, como el PSOE y el bizco e inefable Sánchez. La política de acosar a la mayoría desarticulada del país exige una respuesta rotunda y clara. ¿Vamos a ser cómplices de matonismo? Consentir estas acciones nos convierte en totalitarios pasivos; tragamos el humo de los totalitarios y nos intoxican. La democracia y las libertades se desmoronan así.