Miquel Giménez-Vozpópuli
  • La presidenta Meloni ha dicho que entre el ingreso mínimo vital y robar hay un término medio: trabajar. ¡Será facha!

Cuando yo era un zangolotino allá en la década de los sesenta del siglo pasado vivía en mi barrio, el Poble Sec, un mendigo al que todos conocían como l’Avi Savi, el abuelo sabio. El hombre se jactaba con toda honestidad y coherencia de no haber trabajado en su vida, llegando en su fobia a ganarse el pan bendiciendo de todo corazón a los que veía ir a sus respectivas ocupaciones a primera hora. «Pobrecitos, lo corta que es la vida y como la desperdician con ese invento de Satanás que es el trabajo» murmuraba como una oración. Aseguraba que si el trabajo era salud el prefería la tuberculosis.

Mi padre, que hablaba con todo el mundo cuando no era todo el mundo el que le hablaba, solía detenerse con él para darle unos cigarrillos marca “Emboquillados al cuadrado” – nefasta labor producida por la Tabacalera de entonces con boquilla de cartón y filtro consistente en un cachito de algodón – y algunas monedillas, que el señor Miguel no iba sobrado de monises. Años después supe que la pitanza diaria del Avi se la suministraba una bodega del barrio, oportunamente financiada también por mi padre. Fue aquel clochard filósofo y más bueno que el pan el que me dijo “Miguelín, si quieres ser feliz no trabajes nunca” a lo que yo respondía que mi papa trabajaba mucho y me aconsejaba que había que ganarse el pan honestamente. Aquel veterano de la vida con muchas cicatrices en el alma, me miraba con ojos bondadosos y sonriendo decía “Bueno, el señor Miguel es otra cosa. Trabaja por imperativo moral”.

El hombre se jactaba con toda honestidad y coherencia de no haber trabajado en su vida, llegando en su fobia a ganarse el pan bendiciendo de todo corazón a los que veía ir a sus respectivas ocupaciones a primera hora

Ese imperativo moral que predicaban los hombres de la generación de mi padre, fundamentado en la propia dignidad, en la responsabilidad, en el amor al trabajo bien hecho, en sentirse útil a la sociedad pero, sobre todo, a uno mismo, ha desaparecido casi por completo de este mundo que se va a quedar bizco de tanto mirarse el ombligo. Todo el mundo espera que otro le pague la fiesta y de esta manera hemos convertido a Occidente en un campo de batalla en el que se lucha por ver quien consigue una subvención, una paguita o cualquier cosa que permita ir tirando sin mover un pie del sofá.

Basta con esgrimir algunos tópicos: tienes una maleta cargada de sueños, el estado tiene la obligación de darte casa, ayudas, mantenencias, ¡hasta wifi! y ya está. Muchos derechos y ninguna obligación. ¡Ah, triste mundo repleto de señoritos bien de casa mal! Por eso a quienes defendemos al trabajo como herramienta imprescindible en la construcción del carácter del individuo se nos tacha de fascistas peligrosísimos. Que Meloni haya tenido el coraje político de señalar la opción de trabajar antes que recibir una paga por que sí o de robar tiene el mérito de lo políticamente incorrecto. La pijo progresía es ferozmente partidaria de que le subvencionen lo que no vale ni el agua que se pierde. Películas, teatro, libros, en fin, un humo que nos cuesta un riñón. Y en lo social sería el nunca acabar. Se ayuda a todo el mundo menos a quien trabaja, al autónomo, al pequeño empresario, al emprendedor, al campesino, al ganadero o al artesano.

La pijo progresía es ferozmente partidaria de que le subvencionen lo que no vale ni el agua que se pierde. Películas, teatro, libros, en fin, un humo que nos cuesta un riñón

No me gusta nada esta generación de mutilados emocionales, de fofos de alma, de vagos enmascarados como artistas maudits. Son una panda de estafadores. A ver, nenes, nenas y nenis, como dijo en frase lapidaria el gran Emilio Aragón en un sketch célebre “¡Menos samba y más trabajar!”. Si mi padre levantase la cabeza se volvería a morir de vergüenza ajena. Así pues, bien por Meloni, que bate récords de popularidad en Italia hablando en plata y recogiendo el sentir de las clases populares. A ver si aquí cunde el ejemplo. Pero, claro, como esta señora es facha…