Tradición oral

Era un valor entendido que Sortu no pasaría y Batasuna tendría que poner en marcha su plan B. Pero el lehendakari ha conseguido volver el debate público hacia el plan original: la legalización de la marca nueva. Lo más curioso es que Antonio Basagoiti parezca el mejor intérprete en Euskadi de la política antiterrorista de Rubalcaba (2ª legislatura).

Jesús Eguiguren, el don de la palabra escrita, ha salido a explicar lo de siempre, que él no quiso decir lo que todo el mundo leyó en su artículo: que achacaba al presidente del Gobierno «falta de valentía» para legalizar a Sortu con la prueba incuestionable de su palabra. Hasta ahora, las declaraciones sacadas de contexto eran coartada razonable en la radio. Un corte de voz desligado de antecedente y consecuente podía dar lugar a manipulación, el célebre error de los contextos. El problema es la prensa escrita. Su artículo en El País era un todo uno e inconsútil: el texto, el contexto y aun el pretexto. Debería ser motivo de alarma que el intelectual del partido, el único que ha escrito libros, revele tal incompetencia en el uso de la palabra escrita como demuestra su canto de la gallina. No deberíamos descartar la posibilidad de que, en justa compensación, Eguiguren cometa faltas de ortografía cuando se ponga bertsolari ante el micrófono. Euskadi es un país de tradición oral.

Sus compañeros de partido, al discutirle lo irrelevante de la pieza -la falta de valentía de Zapatero- están desviando la cuestión, porque Patxi López le dio la razón en lo demás, discutiendo al presidente del Gobierno el meollo del asunto: éste dijo que con ETA viva, Sortu lo tendría más difícil. Hasta hace tres semanas era un valor entendido que el nuevo partido no pasaría y Batasuna tendría que poner en marcha su plan B. Pero el lehendakari ha conseguido volver el debate público hacia el plan original: la legalización de la marca nueva.

Además de secundar a Eguiguren, promueve una iniciativa para que el Parlamento exteriorice su alegría por el Sortu pródigo. Lo hace en vísperas de que el Tribunal Supremo examine el asunto el mismo lehendakari que imputó a las víctimas del terrorismo la intención de presionar a los jueces al convocar una manifestación. Hay que joderse. Sin embargo, lo que más llama la atención es, como en el caso de Eguiguren, la incompetencia. ¿Cómo esperaban que el PP no se plantara, si después de negarles la limosna les quieren levantar también el santo?

No era posible, claro. El PP está en este pacto muy ligero de equipaje y si López empieza a actuar de manera distinta a lo acordado en el pacto de Gobierno, le bastará recoger a su presidenta Quiroga, el hallazgo de la legislatura, y apearse en marcha, dicho sea en el sentido literal de la expresión. ¿Cómo es posible que no intentara negociarlo previamente con su socio? ¿Por qué la mejor prueba de las intenciones de la izquierda abertzale son sus palabras? No hay manera de saberlo, salvo que el lehendakari sufra un ataque imprevisto de sinceridad. Pero a ojo, las dos opciones son: por arrogancia sin fundamento o porque los Eguiguren se han comprometido mucho con el lado oscuro. El resultado práctico ha sido aplazar la iniciativa ad calendas graecas (los griegos no tenían calendas) y facilitar a Egibar su acusación favorita: el PP llama al orden «al lehendakari cuando se desvía». Lo más curioso de todo es que el mejor intérprete de la política antiterrorista de Rubalcaba en Euskadi (2ª legislatura) parezca a todas luces Antonio Basagoiti.

Santiago González, EL MUNDO, 18/3/2011