Trampas al solitario

EL CORREO 28/05/14
ALBERTO AYALA

· López estaba obligado a imitar a Rubalcaba. Ahora sus opciones de liderar el PSOE son casi nulas, salvo enjuagues de aparato

Desde la página 1 Hacer trampas cuando se juega una partida de cartas es una práctica nada edificante y del todo condenable. Pero hacérselas a uno mismo cuando se practica un solitario lo que denota es estulticia.

El partido más antiguo de España, el PSOE que fundó Pablo Iglesias en 1879 en Casa Labra, en Madrid, atraviesa sus horas más críticas desde el restablecimiento de la democracia. Si ha llegado a esta situación ha sido por su insistencia en olvidar sus señas de identidad, y sus principios éticos y morales.

En los últimos años millones de ciudadanos han dejado de ver al PSOE como un instrumento a su servicio que evoluciona al compás de sus necesidades. El viejo partido es poco más que una máquina de poder en manos de un aparato endogámico y voraz.

El batacazo del domingo, el último de una serie sin fin, ha precipitado los acontecimientos. A Rubalcaba no le quedaba otra salida digna que la dimisión. No cuando una parte significativa de los desafectos al socialismo, en lugar de quedarse en casa como han hecho la mayoría de los del PP, han ido a las urnas para engordar a otras opciones de izquierdas. De forma singular a IU y, ¡oh paradojas del destino!, a la sorprendente Podemos de otro Pablo Iglesias.

Parece altamente improbable que el PSOE termine como el Pasok griego, convertido en una fuerza residual, aunque todo sea cuestión de proponérselo. En cambio, empieza a acumular casi todos los boletos para terminar en un partido de tamaño medio que ve el poder como un sueño lejano, incluso en compañía de otros. Si no es, claro, de acompañante, de segundo plato.

En puridad, la decisión de Alfredo Pérez Rubalcaba de convocar un congreso extraordinario del PSOE para julio y dejar las primarias abiertas para después es una decisión coherente. Como dijo ayer Patxi López, con razón, «sin un partido fuerte no hay candidato que valga».

El problema radica en que muchos sospechan –y están en la pomada de lo que se cuece en Ferraz– que la decisión tiene trampa. Que se trata de otra maniobra del actual aparato y de barones afines como Patxi López para controlar la sucesión. Un congreso con delegados ciertamente lo pone fácil. Unas primarias abiertas a la militancia y los simpatizantes, no.

El PSE, al igual que el PSOE o el PSN navarro, logró el 25-M su peor registro histórico: apenas 104.500 votos. En coherencia con el paso dado la víspera por Rubalcaba y por el navarro Roberto Jiménez, Patxi López, tomó ayer idéntico camino. El socialismo vasco elegirá un nuevo secretario general (o puede que una secretaria general) en congreso extraordinario a la vuelta del verano.

Las luces y las sombras
Termina así la ‘era López’. Un ciclo de doce años con bastantes más luces que sombras. Una fructífera etapa para el PSE con dos hitos. Los nada menos que 430.000 votos que logró en las generales de 2008. Pero, sobre todo, la histórica elección por primera vez de un lehendakari socialista, el propio López, en 2009, con el respaldo del PP. Un apoyo, por cierto, que nunca terminó de ser del agrado de los votantes socialistas.

Pero llegaron las vacas flacas. Y con ellas, la promesa del líder del PSE de renovar caras e ideas. Fue un puro recurso dialéctico. Una trampa al solitario. Se maquillaron algunas cosas, sí, pero la renovación humana nunca llegó.

No solo. En Álava, la batalla entre el aparato y los críticos se saldó con victoria de los primeros por el edificante método de afiliar a más familiares y amigos que el rival. Procedimiento que López y los suyos avalaron con su silencio. Luego, en lugar de buscar una integración sin duda difícil, se dejó a los disidentes fuera de las listas. Todo un ejemplo de respeto a la pluralidad para el electorado.

López cerró ayer su currículo como líder del PSE por no haber sido capaz de evitar que su partido sufriera el domingo otra debacle. Aun así, al ser preguntado si mantiene sus aspiraciones en Madrid, prefirió callar.

Si el PSOE pretende frenar su caída a los infiernos y recuperar, entre otros, a esos cientos de miles de electores que han votado a Podemos, ignorando sus tics chavistas y otras ‘menudencias’, está obligado a renovar su oferta ideológica y de nombres. López, incapaz de frenar la caída del PSE, no parece el revulsivo que necesita su partido. Sus opciones, pues, son mínimas, nulas, salvo improbables enjuagues de aparato de última hora. El socialismo ya no está para hacerse trampas al solitario.