JON JUARISTI – ABC – 07/05/17
· En Euskadi reina la tranquilidad tras la entrega de las trancas.
Rosa Díez se lamenta en «El Mundo» de que nadie proteste por el pacto del Gobierno con el PNV acerca del cupo. Tiene razón, es injusto, pero el mundo es ansí, que diría Baroja. Supongo que Rosa escribe desde Euskadi. No físicamente, quiero decir. No sé dónde para Rosa Díez, pero escribe desde el supuesto de que escribe desde Euskadi, porque fuera de Euskadi, esa autonosuya del PNV, no de Rosa Díez, la gente en general ha protestado bastante. En Euskadi, no. No ha protestado el PP de Euskadi, ni el Partido Socialista de Euskadi ni Bildu de Euskadi ni Podemos de Euskadi. Sólo ha protestado Rosa Díez, y su protesta ayuda a entender por qué UPyD ha pasado de un solo representante en el Parlamento de Euskadi a cero patatero (en ninguna parte mejor dicho lo de cero patatero que en Vitoria).
En el origen del Concierto Económico, tras la abolición de los fueros vascongados de 1876, sobrevino en las provincias desaforadas lo que los historiadores posteriores han venido llamando desde entonces la «unanimidad fuerista»: todas las fuerzas políticas autóctonas (alfonsinos liberales y conservadores, carlistas, republicanos posibilistas y federales) se pusieron de acuerdo para reclamar la restauración de los privilegios injustamente abolidos, los mismos que Rosa Díez considera injustamente detentados.
Y don Antonio Cánovas del Castillo, que estaba deseando devolverlos (por muchos motivos: entre otros, para evitar futuras insurrecciones carlistas que justificasen pronunciamientos militares), los restauró de mil amores bajo la figura de conciertos económicos. Así era Cánovas, un restaurador de primera. No se explica por qué no tiene ni un puñetero callejón sin salida a su nombre en el país de Arguiñano, Subijana, Arzac y Berasategui. Me refiero a Euskadi, más conocido en el mundo mundial por su nombre en eusquera tranquilo e internacional, o sea, Basque Culinary Country, especializado, hoy como ayer, en alta repostería.
Y lo que no entiende Rosa Díez, a la que ni de coña podría apodarse Rosita la Pastelera, es que la afición de sus paisanos al pasteleo deriva de aquel principio teológico de efusividad del bien o del económico de beneficio en cascada que el refranero castellano recoge como «el ojo del amo engorda al caballo».
En efecto, ¿qué vasco en sus cabales protestaría por disponer de un cincuenta por ciento más de gasto social a su bienestar dedicado que cualquier ciudadano del «resto del Estado»? Ya sabemos la respuesta: Rosa Díez. Por eso le pasa lo que le pasa. Tras el final por ahora definitivo de la enésima guerra civil española con la entrega ritual de las armas por el ejército teóricamente vencido a las autoridades francesas, como lo hacen siempre los ejércitos vencidos en las guerras civiles españolas, el Gobierno de España, teóricamente vencedor de la contienda, y ante la unanimidad fuerista de todas las fuerzas políticas autóctonas de Euskadi, confirma, refuerza y aumenta (si posible fuera tal cosa) el privilegio de la «nación foral» (hallazgo verbal supersónico de Íñigo Urkullu o de Aitor Esteban, que sólo por ello merecerían ingresar en la RAE como académicos de número).
Para qué vamos a andar quitando a los vascos fueros o conciertos como Cánovas o Franco, doña Rosa, si luego habrá que devolvérselos mejoradísimos. Y después, el Guernica a Gernika y los presos a casa, presoak etxera, a comer el turrón. En fin, el privilegio, qué duda cabe, desinfla la corrupción en sus formas clásicas (¿a qué andamos, pues? ¿A privilegio o a corrupción, a rólex o a setas?) y, según Alfonso Alonso, que ha sido ministro de Sanidad, tranquiliza incluso al eusquera. Como el válium 50. Pues.
JON JUARISTI – ABC – 07/05/17