Transacional

EL MUNDO 19/11/13
ARCADI ESPADA

Mi asombro admirado por el diputado Duran crece cada día desde hace algo más de 30 años. En ese tiempo ha sido el jefe de un partido inédito, para decirlo sin abuso, que jamás se ha presentado a las elecciones y que lleva la vida de los pajarillos que le limpian los dientes a los hipopótamos. Su máximo cargo ha sido el de consejero, breve, de uno de los gobiernos terminales del presidente Pujol. Las otras responsabilidades no han pasado de la jefatura del grupo parlamentario y de la presidencia de una comisión. Ahora no recuerdo su aportación intelectual a la política. No recuerdo tres ideas. Dos. Una. Sí ha destacado en el lado, digamos transacional, de la política, que ha practicado con otros partidos. Y también con los periódicos; en especial, pero no sólo, con los catalanes. Es, en fin, un hombre de transacionalidad puramente inverosímil. Estos días, por ejemplo, ha estado defendiendo en sordina estentórea lo mismo que han aprobado los socialistas catalanes este fin de semana: una consulta legal y pactada con el gobierno. Hasta que ayer fue capaz de decir (y de escucharse decir) solemnemente que los socialistas habían fallado a Cataluña.
La inverosimilitud del diputado Duran no se plasma sólo en su líquida historia política, sino en el líquido propiamente. Inexorablemente llevado por la admiración, me he dado una vuelta por su declaración de bienes. Tenía curiosidad por saber lo que habían rendido treinta y pico de años en política, espoleado además por la evidencia algo banal de que el diputado Duran siempre me parece que va muy bien, tanto formal como decontracté. No ha sido en vano. El diputado Duran, hombre sin oficio ni empresa al margen de la política, gana unos 110 mil euros brutos año, lo que yo no sé si, estrictamente considerados, dan para tanto como destaca, incluida la suite en el Palace, por mucho que tenga allí los tratos de Camba. Pero lo realmente asombroso es que sus deudas hipotecarias suman más de un millón de euros: el cruce de las dos cantidades sólo puede ser propio de un hombre muy audaz.
No hay hipótesis plausibles sobre el diputado Duran. Ni sobre su vida ni sobre su obra ni sobre su patrimonio. Así pues debo conceder que en el gallináceo paisaje de la política española es el único de sus figurantes que ha conseguido concretar una forma básica de la utopía: un millón de amigos y así más fuerte poder cantar.