Tonia Etxarri-El Correo

Las prisas no son buenas consejeras. Mucho menos en política, porque la impaciencia de quien quiere gobernar a toda costa puede hacer descarrilar el tren de sus propios intereses. Sánchez se ha propuesto tener gobierno antes de que acabe el año. Y en los trece días que quedan está subiendo la presión sobre ERC, que es quien maneja los tiempos pendiente de la decisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y de la celebración de su congreso. Superado el insomnio que le producía imaginarse gobernando con Iglesias, ha querido transmitir que su optimismo actual se debe a su persuasión de que los republicanos van a abandonar la vía unilateral a la autodeterminación. Su ministro en funciones, Ábalos, ayer lo daba por hecho. Y se desató la crisis. ¿Por unas horas? Veremos hasta dónde tensan la cuerda. Sánchez con sus prisas y ERC con su factura.

Aventurarse a afirmar que Esquerra estaría dispuesta a aceptar una vía pactada (como si fuera el PNV) no puede ser desconocimiento. A estas alturas Sánchez debería saber que la vía unilateral a la independencia forma parte del ADN de los secesionistas catalanes. De los dos que pugnan por su liderazgo.

Pero seguramente no se le ocurrió otra forma de vestir el muñeco de su negociación con unos socios que pasan olímpicamente de su investidura, como de la gobernabilidad de España, y quieren que el gobierno de turno acepte su independencia. Pero nuestro marco jurídico tiene unos límites que ni siquiera Sánchez puede saltarse. En esas están. Tampoco ERC se fía de la palabra del dirigente socialista y, por eso, quiere amarrar sus exigencias antes de confirmar su abstención.

ERC no engaña. Siempre ha dicho lo mismo. Por eso le irrita que los socialistas estén fabulando con sus posibles cambios de estrategia. Otegi tampoco engaña cuando se permite dar clases de democracia sin condenar el terror que sembró ETA. Por eso Ortuzar se permite echarle en cara que no hay mayor corrupción que la del impuesto terrorista cuando los dos se embarcan en el recurrente debate de las corrupciones ajenas. Sánchez sí. Engaña. Cambia de guión en los días pares. Pero resulta ocioso recriminárselo.

El reproche del portavoz del PP, Montesinos, a Sánchez sobre «la humillación que supone que Torra vuelva a La Moncloa con el lazo amarillo» es para nota ‘cum laude’. El derecho al desahogo es tan comprensible como inútil. ERC se juega más que una investidura. Ellos mismos se han jactado de que dominan la situación, dada la debilidad de Sánchez. Por eso están apretando.