José Alejandro Vara-Vozpópuli
  • Ayuso, Cayetana y Olona echarían a Sánchez de la poltrona

Para hablar de mujer en política hay que mirar a la derecha. Llega el torbellino Giorgia Meloni, ese sucedáneo de Monica Vitti que va a convertirse en la primera jefe de Gobierno en el país de los mastroianis. Tiembla Italia, castañetea la zurda europea. Se asienta Liz Trusspremier británica que ha sobrevivido con nota al interminable sepelio de la reina eterna.

Aquí pasa lo mismo. Las señoras de la izquierda ofrecen, continuamente, un puñado de argumentos para no tenerlas en cuenta. Así, Irene Montero y su pestilente teoría del sexo con niños o niños con sexo, a saber. O Eme Jota Montero (dice Dieter) y su impuesto para los ricos sin saber cómo es el impuesto ni quiénes son los ricos. O Ione Belarra, qué tabarra, tan cerca de Putin que pringa.

Pilar Llop, que, tras descubrir en el subsuelo un artefacto con ruedas al que llaman metro, pretende encaramarse a la Cibeles, como Raúl Marcelo en las noches de gloria. Las mujeres de nuestra izquierda son como una procesión de escalofríos tristes y disparates descompasados. Por no hablar de lo de Begoña en Nueva York, que algún día se sabrá.

Yerran los propagandistas de Monclovia. Ese lema, artificioso y vano, se estrella frente a la realidad del recibo de la luz, la cesta de la compra o el precio del gasoil

Mankiewicz rodaría con gusto una carta a las tres damas de la derecha (española) que, por motivos distintos, han convulsionado el tablero nacional. Isabel Díaz Ayuso abrió el desfile. Nunca dejó de estar al frente. Ahora más. Pedro Sánchez le dedicó alguna andanada en su debate del Senado contra Núñez Feijóo. La tarascada tuvo respuesta: «Dice que va a por todo, vale, pero todo menos la Comunidad de Madrid». La bajada de impuestos, esa biblia del PP de madrileño, ha sacudido la precampaña de las elecciones de mayo. Juanma Moreno, el astuto presidente andaluz, se subió al carro y ha organizado la marimorena. Murcia hace lo propio y Galicia acaba de adherirse. Y también Urkullu, que ya ha anunciado la deflactación del IRPF y nadie en Moncloa le reprochan el ‘dumping fiscal’ con el que adornan cada mañana las vertiginosas caderas de la presidenta madrileña. Fue tan duro el impacto del impuesto que el Gobierno tuvo que improvisar una respuesta torpe, peronista y posiblemente inconstitucional. Rescató del baúl de los desechos de Podemos el ‘impuesto a los ricos’, y lo ha convertido en su eslogan para las urnas de la primavera. «El PP baja los impuestos a los ricos y el PSOE se los sube», será la cantinela.

Yerran los propagandistas de Monclovia. Ese lema, artificioso y vano, se estrella frente a la realidad del recibo de la luz, la cesta de la compra o los sudores fríos para llenar el depósito. La musiquilla que se graba en el cerebelo del contribuyente es más simple: El PP baja impuestos y el PSOE los sube…para pagar el Falcon de Sánchez y el Ministerio de los horrores de Irene Montero. Por no hablar de las aportaciones para la agenda 2030 que el presidente del Gobierno ha repartido durante su estancia en Nueva York a fundaciones woke de toda índole. Dineros públicos para apañar un sillón de cierta relevancia internacional.

Muy ruidoso el cimbronazo de Macarena Olona en plena cerviz de Vox. Un golpe cruel, de efectos aún por desvelar. El entourage de Santiago Abascal no es excelente pero el que ahora jalea a Olona en su camino hacia la salvación de España tampoco merece aplausos. Quedó patente en la campaña andaluza, ese petardazo. Vox había desaparecido del guión de la izquierda porque ya no asusta ni al leninista más cerril. Ahora se ha convertido en material para memes y apuestas. Meloni y Oloni, cosas así, obtusas y desatinadas. La sombra de Mario Conde emerge en el telón de fondo de tan inaudito esperpento, lo que apenas presagia algo bueno. Esto acabará mal.

Allí estuvo Álvarez de Toledo. Allí no se vio a Feijóo. Un desencuentro previsible pero desafortunado que quizás derive en sanción. No es la primera

Cayetana Álvarez de Toledo, prudentemente oculta durante los calores estivales, ha recuperado protagonismo, quizás a su pesar, al votar en pro de una iniciativa de Vox en defensa del castellano, la lengua de todos, en Cataluña. Un 155 educativo planteaba la propuesta, en consonancia con lo que reclamaron miles de personas este domingo en el Arco de Triunfo de Barcelona. Allí estuvo Álvarez de Toledo. Allí no se vio a Feijóo. Un desencuentro previsible Cayetana, había advertido a Génova de su voto disidente. Quizás le impongan una multa. En tiempos de Casado ya le aplicaron mayor castigo. «El hombre no tiene nada propiamente suyo salvo el uso de sus opiniones». Lo de Epicteto siempre fue aplicable a la exportavoz parlamentaria del PP. Y así sigue, quizás demasiado alejada del bilingüismo cordial que ahora impera en Génova. Qué se le va a hacer. No todo en política van a ser insípidas miserias.

«Ayuso, Cayetana y Olona echarían a Sánchez de la poltrona», comentan algunos fieles de las respectivas. No habrá tal, pero el triángulo tendría su morbo. Y quizás, sus votos.

Poco que ver con la imagen que ofrecen las ministras rancias del sanchismo, tan escasas de talento, limitadas de oratoria y desprovistas de conocimiento, que apenas son capaces de hilvanar idea alguna más allá del iracundo ladrido. Aristóteles pensaba que las mujeres tenían cuatro menos dientes que los hombres. En lo tocante al mentado trío de damas de la derecha española, no cabe duda de que estaba en un error.