IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

En este desordenado mundo de hoy, hay muy pocas cosas en las que podamos creer sin peligro ni miedo a equivocarnos. Una de ellas es que en Euskadi necesitamos acoger a personas inmigrantes. Nuestra tasa de reproducción es ridícula, una de las menores de Europa, y nuestra edad de jubilación es una de las más tempranas de España. En medio, los pocos que trabajan están obligados a aportar los cuantiosos recursos públicos necesarios para sostener nuestro exigente estado de bienestar, ya que nuestro gasto social per cápita se sitúa con holgura a la cabeza del Estado. Puestos a traer inmigrantes, el portavoz del Gobierno vasco ya nos ha informado de que «no vamos a pescar ricos» fuera de nuestro caladero. Ya sabíamos que no nos importaba mucho o al menos no hacíamos nada para retener a los pocos ricos que tenemos. En adelante sabemos que no nos vamos a esforzar en pescarlos fuera. ¿Qué traeremos entonces, jóvenes sin formación? Eso es muy solidario y está muy bien, lo malo es que quizás no sea suficiente. Bueno, pues traeremos clase media y trabajadora si es que conseguimos igualar los desvelos que realiza Pedro Sánchez por ellos y las dádivas que les concede.

Lo de no traer ricos me parece muy bien, porque en realidad, ¿qué aportan los ricos? Se podrá decir que son ricos porque tienen rentas altas y patrimonios elevados y, en consecuencia, aportan ingresos fiscales cuantiosos. Ya, pero ¿qué aportan además de ingresos fiscales cuantiosos? ¿Empresas quizás? Los ricos suelen llegar a serlo gracias a poner en marcha empresas que, después, tienen éxito. Vale, pero, aparte de ingresos fiscales y empresas, ¿qué nos aportan? Habrá quien nos recuerde que las empresas acostumbran a contratar trabajadores. De acuerdo, pero aparte de ingresos fiscales, empresas y empleos, ¿para qué nos sirven? Seguro que algún desaprensivo nos matizará que, al disponer de ingresos elevados, consumen mucho, lo que genera actividad y más ingresos fiscales por la vía del IVA. Bueno, también pueden ejercer como estímulo para quienes desean mejorar su situación personal, y no son pocos los que dedican una parte de su renta libre a sostener actividades sociales y culturales. Correcto, se lo admito, pero a cambio tendrá usted que reconocerme que, aparte de ingresos fiscales, empresas, empleos, actividad y consumo, ser un estímulo y apoyar iniciativas sociales y culturales, su aportación a la sociedad es muy escasa, casi testimonial y desde luego irrelevante. Por eso mismo, ¿qué necesidad tenemos de esforzarnos en captarlos? Está claro que ninguna. Una vez más, el Gobierno vasco acierta.