FERNANDO SAVATER-EL PAÍS
- Prescindir de una de las tres patas de la democracia desvirtuaría el conjunto, que perdería su equilibrio por el lado de la justicia o de la libertad
Cuando preguntaron al filósofo Leszek Kolakowski, exiliado y viajero, dónde querría vivir repuso algo así: “En una casa con el portal en una calle de París y su puerta trasera en el Soho, con ventanas al Gran Canal veneciano, con un pasaje secreto que llevase a la plaza de Cracovia y una terraza con vistas a una playa del Pacífico”. Al escuchar las airadas discusiones entre izquierda y derecha en Europa (dejo fuera a comunistas y fascistas, que son espectros europeos, no partidos decentes), quisiera recordarles que nuestras democracias dan al capitalismo en su zona productiva de bienes y tecnología, a la socialdemocracia en lo tocante a redistribución y protección social y que son liberales en costumbres y creencias. Nadie sensato cree que sería mejor borrar del mapa político el capitalismo, la socialdemocracia o el liberalismo. Y un partido que propusiera en serio (no como exabrupto retórico, lo que es frecuente) una de esas aboliciones no encontraría votantes más que en los manicomios. Prescindir de una de las patas del trípode democrático desvirtuaría el conjunto, que perdería su equilibrio por el lado de la justicia o de la libertad.
La izquierda y la derecha son formas de sostenerse sobre esas tres patas, haciendo hincapié en una o en otra, rezongando o dando vítores al custodiarlas. Sólo los llamados centristas asumen como inevitable el trípode y no fingen estar deseando cojear de algún extremo. Pero la mayoría de la gente, maleducada por demagogos, está convencida de que los vicios sociales vienen de esta o aquella pata aborrecida, aunque cuando ven en peligro ese apoyo se revuelven como mutilados. Y a la hora de votar se hacen un lío, porque les dicen que el Zendal es un despilfarro y la Plus Ultra una inversión estratégica…