Las próximas elecciones presidenciales norteamericanas tendrán lugar en un clima poco propicio a un ejercicio saludable de democracia. El 60% de los estadounidenses siente rechazo por los dos candidatos, uno por sus frágiles condiciones físicas y mentales y el otro por imprevisible. Celebradas las primarias del supermartes, tanto Trump como Biden se han impuesto sin problemas a sus rivales dentro de sus respectivos partidos y tienen el camino expedito hacia la nominación. Recientemente, el presidente de Vox, Santiago Abascal, cruzó el Atlántico para participar en un acto con el líder republicano, que le mencionó elogiosamente en su discurso y se fotografió con él, se supone que para reforzar su imagen. Sin embargo, las posibilidades de Trump para recuperar la Casa Blanca no son precisamente halagüeñas según un reciente análisis del Lincoln Project, una organización republicana que agrupa a miembros del Grand Old Party discrepantes del carismático millonario neoyorquino. Las razones esgrimidas por esta entidad para justificar su pronóstico han sido expuestas en estos días por uno de sus fundadores, Reed Galen, y no carecen de fundamento.
En primer lugar, un examen del historial de Trump en las urnas no le resulta demasiado favorable. Su victoria sobre Hillary Clinton en 2016 fue por un margen escaso ante una oponente que no suscitaba grandes simpatías entre sus conciudadanos y, de hecho, en voto popular la senadora por Nueva York le superó en 2.8 millones de papeletas, una diferencia inédita en este tipo de comicios en Estados Unidos. Durante su presidencia entre 2016 y 2020, en cada elección que ha tenido lugar, sus resultados han sido decepcionantes. En las presidenciales de 2020, perdió claramente en número de delegados, 306 frente a 232, siendo la distancia con Biden en número total de sufragios muy amplia, más de 5 millones. Su reacción intemperante por esta derrota y su confusa relación con el asalto al Congreso por una masa de energúmenos tampoco fue edificante.
Desde 2016 el partido republicano ha envejecido y se ha hecho más masculino, más blanco y más extremo, a la vez que se ha empequeñecido
En las elecciones intermedias de 2022, los candidatos que Trump impuso en distintos estados fracasaron y los representantes demócratas en esas circunscripciones o bien conservaron su escaño o desplazaron al republicano qué lo ocupaba. Además, tanto en la Cámara Baja como en el Senado, el número de republicanos descendió ligeramente respecto a lo conseguido en 2020. Pese a este tropiezo, Trump se ha hecho con el control absoluto de su formación apoyándose en sus elementos más radicales.
En términos de evolución demográfica, tampoco el viento sopla a favor de los republicanos. Desde 2016 han desaparecido veinte millones de votantes de la tercera edad y se han incorporado al censo treinta y dos millones de jóvenes. Aunque en este estrato de población abunda la abstención, en los temas que más motivan a la generación Z las propuestas de Trump son escasamente aceptadas. Desde 2016 el partido republicano ha envejecido y se ha hecho más masculino, más blanco y más extremo, a la vez que se ha empequeñecido. Su capacidad de atraer a indecisos y a centristas ha disminuido apreciablemente. Sobre el papel, Biden tiene más votantes potenciales que Trump, lo que obliga a éste a un esfuerzo considerable de movilización de los suyos.
Los últimos acontecimientos en el ámbito jurídico con un endurecimiento del Tribunal Supremo y de tribunales de unos cuantos estados, así como de parlamentos estatales de mayoría conservadora, en relación con el aborto, incluso en casos de violación o incesto, han empujado a bastantes votantes, principalmente mujeres, a inclinarse por los demócratas.
Otro aspecto relevante es la mentalidad de no pocos republicanos, sobre todo de edad avanzada, que siguen percibiendo a Rusia como un enemigo recordando la época de la Guerra Fría y condenan enérgicamente la invasión de Ucrania por Putin. Este electorado aprueba la ayuda a Ucrania o la califica de insuficiente, Las veleidades trumpistas en este asunto y su escepticismo respecto a la OTAN, llegando a afirmar que los socios que no gasten un mínimo del 2% de su PIB en defensa no merecen ser protegidos de los afanes expansionistas del Kremlin, ha escandalizado a este sector social alejándolo de su opción tradicional.
Las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2024 no ofrecen hoy por hoy un ganador indiscutible. Donald Trump, a pesar de su arrolladora trayectoria en las primarias, todavía está lejos de llevar el agua a su molino
La alternativa a Trump en las primarias ha sido la embajadora Nikki Haley, que ya ha tirado la toalla después del supermartes, pero en determinados estados ha obtenido porcentajes del 30%, lo que significa que un volumen no despreciable de simpatizantes republicanos la han preferido al polémico empresario. Pues bien, Haley se ha negado a respaldar al ganador de las primarias y se ha limitado a declarar que, si Trump quiere a sus votantes, tendrá que ganárselos. Este pronunciamiento de la prestigiosa diplomática indica que una fracción significativa de sus seguidores pueden quedarse en casa o apoyar a Biden.
En definitiva, que las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2024 no ofrecen hoy por hoy un ganador indiscutible y que Donald Trump, a pesar de su arrolladora trayectoria en las primarias, todavía está lejos de llevar el agua a su molino. Esta situación de incertidumbre cuando el candidato demócrata es tan débil y dispone de una popularidad notablemente baja es un dato preocupante, requerirá del republicano un tremendo trabajo, grandes aportaciones financieras y posiblemente una reorientación de su campaña en una dirección más templada, con más sensatez, más corrección en las formas, menos exabruptos, amenazas apocalípticas y provocaciones divisivas y una agenda que responda a las inquietudes reales de sus compatriotas.