Andrés Oppenheimer-El Español
 

¿Dónde está la indignación de los funcionarios electos republicanos por la afirmación racista del precandidato de su partido, Donald Trump, de que los inmigrantes de América Latina, África y Asia están «envenenando la sangre» de Estados Unidos? ¿Cómo se puede explicar su silencio ante semejante insulto?

Tal vez ignoren el hecho de que las palabras de Trump son casi iguales al lenguaje usado contra los judíos y otras minorías étnicas en la Alemania nazi. O tal vez no sepan que, a pesar de que Trump diga ahora que nunca leyó a Adolf Hitler, es muy difícil que no haya sabido qué estaba usando términos hitlerianos.

Trump había usado palabras semejantes en septiembre, y le habían llovido las críticas de los principales grupos de derechos civiles del país.

Los medios habían señalado que sus palabras parecían sacadas de Mein Kampf, el libro de Hitler donde afirmaba que los grupos étnicos minoritarios estaban envenenando la sangre de la raza aria.

Nuevamente, Trump está apelando al racismo para energizar a los supremacistas blancos dentro de su base y, además, conseguir tiempo gratis en televisión.

Los inmigrantes indocumentados «están envenenando la sangre de nuestro país. Eso es lo que han hecho», dijo Trump en su mitin de campaña el 16 de diciembre en New Hampshire. «No solo en Sudamérica. No solo en los tres o cuatro países en los que pensamos. Están llegando a nuestro país de todas partes del mundo: de África, de Asia, de todo el mundo».

La campaña del presidente Joe Biden reaccionó diciendo que Trump había «repetido como un loro a Adolf Hitler» en su discurso.

La Liga Antidifamación (ADL) dijo en un comunicado que «envenenar la sangre de nuestro país» son palabras usadas por los supremacistas blancos y los antisemitas. «Hemos visto este tipo de retórica tóxica inspirar violencia en el mundo», agregó la ADL.

Además de parafrasear un eslogan nazi, Trump está volviendo a difundir —como ya lo había hecho en su campaña presidencial de 2016— la falsedad de que hay una «invasión» sin precedentes de inmigrantes. Fox News y otros medios de derecha están promoviendo alegremente esta leyenda, porque las noticias alarmistas llaman la atención y aumentan los ratings.

El problema es que el mito de una desastrosa «invasión» de extranjeros es solo eso, un mito.

En primer lugar, el número de inmigrantes como porcentaje de la población estadounidense no es un récord histórico. De hecho, el porcentaje actual está por debajo de lo que era en las décadas de 1890 y 1910, según el Pew Research Center. Estados Unidos siempre ha sido un país de inmigrantes, y lo sigue siendo.

En segundo lugar, contrariamente a las afirmaciones engañosas de Trump, los indocumentados no están inundando Estados Unidos con fentanilo, la droga más mortífera del momento. La mayor parte del fentanilo contrabandeado a Estados Unidos está siendo traído por ciudadanos estadounidenses a través de puertos de entrada legales, según datos oficiales.

En 2021, más del 86 por ciento de los narcotraficantes condenados por fentanilo eran estadounidenses, diez veces más que el número de inmigrantes indocumentados condenados por tales delitos.

En tercer lugar, no es cierto que los inmigrantes indocumentados cometen más delitos que los ciudadanos estadounidenses. Por el contrario, la mayoría de los indocumentados quieren mantener un perfil bajo. Varios estudios muestran que el porcentaje de indocumentados arrestados es menor que el de ciudadanos estadounidenses.

En cuarto lugar, no es cierto que la mayoría de los inmigrantes indocumentados le quitan empleos a los estadounidenses, ni que no paguen impuestos. La tasa de desempleo de Estados Unidos es del 3,7 por ciento, casi un mínimo histórico, y la mayoría de los inmigrantes indocumentados realizan trabajos que los estadounidenses no quieren hacer.

Lo que me trae de regreso a la pregunta de por qué los funcionarios electos de origen hispano, como el senador Marco Rubio, el senador Ted Cruz, la representante María Elvira Salazar y el representante Mario Díaz-Balart, no tienen las agallas para criticar los insultos racistas de Trump.

Ni siquiera han mencionado el hecho de que las madres de cuatro de los cinco hijos de Trump son inmigrantes.

Todo esto no es un asunto trivial, como algunos quieren hacernos creer. Trump está normalizando el lenguaje racista, y una vez que se normaliza el lenguaje racista contra un grupo, se normaliza el comportamiento racista contra todos.