ABC 04/05/15 – IGNACIO CAMACHO
· Una superchería propagandística trata de presentar a Podemos en una reconversión al moderantismo socialdemócrata
Una peligrosa tendencia del periodismo contemporáneo tiende a amplificar los marcos mentales y consignas publicitarias instituidas por los maestros de la propaganda, verdaderos creadores de estados de opinión cuando no encuentran la correspondiente réplica reflexiva. Los «laboratorios de ideas» de la política, en realidad simples gabinetes fraseológicos, se apoderan del espacio de la comunicación mediante esquemas de fácil consumo que colocan en el centro del debate con la ayuda de las redes sociales. A base de repetición seriada estos fabricantes de enunciados imponen escuetas categorías ideológicas capaces de dominar el mercado de la influencia ante la dimisión del pensamiento crítico.
Una de las más exitosas y recientes de estas divisas comunicativas propone considerar a Podemos como un partido en fase de moderación ideológica. La superchería propagandística trata de presentar a la organización de Pablo Iglesias inmersa en una suerte de «viaje al centro», un proceso de reconversión socialdemócrata que incluiría su complaciente turbointegración en la «casta». El bulo ha entrado con fluida naturalidad en el trivial debate político-mediático, donde se identifica con un flamante centrismo la adaptación programática po
demita a los requisitos de una estudiada estrategia de poder. Episodios como la purga de Monedero vienen a interpretarse bajo la clave de una falsa dialéctica de disidentes idealistas y pragmáticos adaptadizos, que no es más que una secuela del viejo mandato leninista de contención táctica del buen revolucionario.
Podemos no se centra ni se modera: se disfraza. Su paso a la política real desde las tribunas televisivas obliga a sus dirigentes a una lógica adaptación a las reglas del juego que desean romper, pero esa presunta templanza no pasa de ser un requisito táctico de su proyecto de ruptura. Se trata de no inspirar miedo. Su intención de voto procede en gran mayoría de sectores sociales radicalizados y el debate de sus bases en las «ciberplazas» continúa siendo de enorme virulencia revanchista. Es una fuerza de raíz antisistema, parentesco bolivariano y pulsión autoritaria cuyos promotores han comprendido la necesidad de un cierto maquillaje que les permita comparecer ante una sociedad cabreada pero no extremista. Y han creado una superestructura publicitaria para desprenderse de la amenazadora etiqueta de su propio origen ideológico.