Àlex Bustos. Moscú-El Confidencial
- Ucrania no debería existir, o eso piensa el presidente de Rusia. También da por acabados los Acuerdos de Minsk y defiende que existe un genocidio en el Donbás
Vladímir Putin, presidente de Rusia, hizo explícito su rechazo a la misma existencia del Estado ucraniano este lunes, en un discurso televisado ante la atenta mirada de la ciudadanía rusa y de los líderes de todo el mundo, desde Kiev a Washington, pasando por Bruselas y el resto de capitales europeas. «Ucrania no es un país vecino para nosotros. Es una parte de nuestra historia, nuestra cultura y nuestro espacio espiritual. Son nuestros amigos y parientes», afirmó Putin, reincidiendo en una idea que ya ha dejado por escrito en su artículo ‘Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos’, publicado en julio del verano pasado por el Kremlin.
Otro Vladímir, de sobrenombre Lenin, es el «autor y arquitecto de Ucrania» según Putin, quien defendió que esta no existía antes de que se creara en 1922 la República Socialista Soviética de Ucrania. Aunque el mandatario se presentó como antibolchevique y maldijo el momento en que la URSS echó a perder el Imperio ruso, Putin reprochó la política de ‘descomunización’ que ha impulsado Kiev desde 2015, siguiendo la estela de otros países que tuvieron regímenes socialistas. «¿Entonces, queréis la ‘descomunización’? Nos parece bien, pero no nos detengamos a medio camino. Estamos preparados para mostrar cómo sería la verdadera ‘descomunización», agregó, dando a entender la anexión total de Ucrania de forma más o menos sutil.
En la televisión estatal rusa se ha mostrado en ‘prime time’ una idea de cómo debería partirse el país: el oeste pasaría a ser parte de Polonia, el este sería para Rusia y el centro permanecería como Ucrania, mucho más pequeño que ahora y sin acceso al mar. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, profundizó este martes en las ideas del discurso putiniano al asegurar que Ucrania no tiene derecho a ser un Estado soberano. Según Lavrov, «el derecho a la soberanía debe contemplarse solo para los Estados que representan a todas las personas que viven en su territorio y Ucrania no es uno de ellos».
La previa de la ‘clase’
El Kremlin sabe perfectamente de la importancia del envoltorio. Millones de rusos vieron por televisión cómo una voz en ‘off’ explicaba el proceso de la firma del acuerdo de amistad, cooperación y asistencia mutua entre Rusia y las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk (RPD) y Lugansk (RPL). El narrador transmite una sensación de que se está viendo un momento histórico, para la posteridad. Los mayores beneficiarios de la firma, Denis Pushilin y Leonid Pasechnik, líderes de la RPD y la RPL respectivamente, acompañaban a Putin como testigos en una gigantesca sala que los hacía parecer un mero decorado.
Antes, la puesta en escena se había cuidado al detalle en esa misma estancia, durante la reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad, una institución que aconseja al presidente de Rusia en asuntos de seguridad nacional. Desfilaron las voces de Nikolai Patrushev (FSB, los servicios secretos), Dmitri Medvedev (expresidente y vicepresidente del Consejo de Seguridad) o Serguéi Shoigú (Defensa) para analizar la situación del Donbás y el rumbo a tomar por el Kremlin. Pero quien llevaba la voz cantante era Putin, que llegó a corregir a Sergei Naryshkin (director del Servicio de Inteligencia Extranjera), quien propuso negociar con Occidente ante la mueca de desagrado de Putin, que le puso en evidencia hasta que cambió de opinión. El Kremlin admitió que esta reunión extraordinaria no se emitió en directo, pese a que las televisiones rusas lo hicieron pasar como tal.
Unos minutos más tarde, Putin apareció solo, sentado a una mesa de despacho con dos banderas rusas de fondo y hasta cuatro teléfonos a su disposición. Durante una hora, el mandatario explicó, repasó y reescribió desde su punto de vista la historia de Ucrania y su relación histórica con Rusia.
La Ucrania de hoy, según Putin
“Ucrania es un Estado fallido”, explicaba el presidente a los rusos. «¿Entienden [los ucranianos] que su país está bajo un protectorado político y económico, que ha quedado reducido al nivel de una colonia con un régimen títere?», se preguntaba de forma retórica Vladímir Putin durante su alocución. Kiev, además de haber sido incapaz de desarrollar un «Estado estable, está literalmente impregnada y corroída por la corrupción» y el actual Gobierno «trabaja constantemente hacia una completa ‘desoberanización’ del país», continuaba. La ONG anticorrupción Transparencia Internacional sitúa a Rusia por debajo de Ucrania, aunque ambas obtienen una puntuación muy baja, 29 y 32 puntos sobre 100 respectivamente.
A pesar de ser corrupto, dependiente y fallido, Ucrania es un país capaz de «desarrollar armas nucleares antes que Corea del Norte o Irán», según el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú. Putin repitió esta idea en su discurso, justificándola con que «Ucrania dispone de tecnología nuclear soviética y de los medios de lanzamiento de dichas armas». Ucrania, junto con Bielorrusia y Kazajistán, renunció a los arsenales nucleares heredados de la URSS tras la disolución de esta en el Memorándum de Budapest de 1994.
La situación en el Donbás es una de las supuestas preocupaciones de las autoridades rusas por los 800.000 rusos que viven en la región, después de que Rusia haya regado con pasaportes a los habitantes de las regiones controladas por los rebeldes. Putin podría justificar una intervención militar en el caso de que los ciudadanos rusos de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk fueran atacados a ojos del Kremlin. En su monólogo, utilizó palabras como «genocidio» para referirse al conflicto que se vive en la región desde hace ocho años, y según sus palabras: «El llamado mundo civilizado, del cual los colegas occidentales se autodenominan únicos representantes, prefiere no darse cuenta de la matanza de civiles, el asedio, el hostigamiento de personas en el Donbás, como si todo este horror, genocidio, al que son sometidas casi cuatro millones de personas, no existiera».
«Prácticamente, no pasa ni un solo día sin que se bombardeen las localidades del Donbás», afirmó Putin. Informes de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) aseguran que en los últimos días se ha producido un gran aumento en el número de violaciones del alto el fuego en ambos lados del frente. «Toda responsabilidad por la posible continuación del derramamiento de sangre recaerá eternamente en la conciencia del régimen que gobierna el territorio de Ucrania», advirtió el líder ruso tras exigir «el cese inmediato de las hostilidades».
El peligro acecha en la frontera oeste de Rusia, según Putin, porque «la seguridad de Ucrania puede amenazar la seguridad de Rusia». Moscú hace tiempo que ve con desconfianza la adhesión de países que fueron parte del Pacto de Varsovia o de la Unión Soviética a la UE y la OTAN (entre ellos, Hungría, Polonia, los países bálticos o Rumanía). El Kremlin sostiene desde hace tiempo que la Alianza Transatlántica no puede desplegar contingentes militares y armamento fuera de las fronteras que tenía en 1997.
Los misiles «tomahawk pueden alcanzar Moscú en 35 minutos y los hipersónicos en tres minutos», calculó con preocupación el mandatario ruso. Y recalcó una de las ideas más repetidas por los líderes rusos: «Nos engañaron diciendo que no iban a ampliar la OTAN». Sin embargo, el último dirigente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, declaró que no es cierto que se prometiera tal cosa en una entrevista publicada en 2014.
Durante el mandato de Donald Trump, en 2019, Estados Unidos rompió el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio y Menor. Putin aprovechó en su discurso la ruptura de este tratado para sostener que Washington está desarrollando una gama de armas con base en tierra incluyendo misiles balísticos capaces de alcanzar objetivos a una distancia de hasta 5.500 kilómetros. «Si estos sistemas se despliegan en Ucrania, podrían alcanzar objetivos en todo el territorio europeo de Rusia, así como más allá de los Urales», predijo.
Ahondar en la herida
Este martes, Putin ha vuelto a hablar en público en una rueda prensa, después del anuncio del primer despliegue de tropas rusas para «garantizar la paz» en el Donbás y la aprobación de Senado del uso de la fuerza militar fuera de territorio ruso. De esta forma, Moscú está legitimado administrativamente (según sus leyes) para atacar Ucrania de forma directa. Sobre un posible despliegue, el presidente ruso ha negado haber dicho que el Ejército fuera a desplazarse inmediatamente a Donetsk y Lugansk, añadiendo que “no es posible predecir ningún esquema específico para las acciones militares. Depende de la situación concreta, una vez en el terreno”.
En su encuentro con los medios afines, Putin volvió a amenazar veladamente a Ucrania, a la que recomendó que «la mejor manera de solucionar el problema de Ucrania es que Kiev abandone su voluntad de adherirse a la OTAN y se declare neutral». Para reafirmar el apoyo incondicional a las autoproclamadas repúblicas populares del Donbás, Putin confirmó que Rusia reconoce como territorio de ambas repúblicas todo el ‘oblast’ (región) de Donetsk y el de Lugansk, es decir, incluyendo la parte controlada por Ucrania. Desde Donetsk ya han pedido a Kiev que abandone el territorio.
Además, Putin ha dado por muertos los Acuerdos de Minsk que servían como marco de negociación desde su firma en 2014 y 2015 pese a las constantes violaciones que han sufrido: «Ya no existen». La culpa, según el líder ruso, es de Kiev. El Gobierno ucraniano «los mató mucho antes del reconocimiento de ayer de las repúblicas populares».
Sobre el acuerdo de amistad, cooperación y asistencia mutua entre Rusia y los rebeldes del Donbás, Putin explicó: «En esos pactos, tanto con la RPD como con la RPL, hay cláusulas que dicen que proporcionaremos a estas repúblicas asistencia adecuada, incluida la militar». Y dejó otra pregunta retórica en el aire: “¿Qué es lo siguiente que íbamos a esperar, un genocidio?”.