ABC 29/08/16
EDITORIAL
· A estas alturas, las medias tintas no sirven de nada. El líder socialista está demostrando ser un lastre para su partido y para España
EL acuerdo suscrito ayer entre el PP y Ciudadanos para intentar lanzar la investidura de Mariano Rajoy es la primera buena noticia política desde las elecciones del 26J. Objetivamente, lo de menos son las condiciones del acuerdo para que 100 de las 150 medidas que pactó Albert Rivera con el socialista Pedro Sánchez en febrero se mantengan vigentes también con el PP, o para que se reforme el sistema de elección de los miembros del Poder Judicial, se aparque la Lomce, se reduzcan los modelos de contratación, o se abran nuevas perspectivas de reformas fiscales. Lo relevante es la existencia de un acuerdo de fondo para impulsar la presidencia de Mariano Rajoy por más que esta alianza se antoje insuficiente y, en la práctica, inútil. Sin la abstención del PSOE en la segunda votación del próximo viernes, el PP no tendrá nada que hacer para poder investir a Rajoy. El pacto con Ciudadanos emite un mensaje político en positivo capaz de desmentir el repetido mantra de que el PP no puede alcanzar acuerdos políticos con otros partidos, pero a efectos matemáticos para la suma de escaños es absolutamente irrelevante. Así lo asume Rajoy, y así lo ha ratificado por activa y por pasiva Pedro Sánchez.
Si no median un milagro o un extraño juego de alianzas de última hora, dentro de una semana habrán empezado a transcurrir los plazos hacia una nueva sesión de investidura o hacia otras elecciones, pero nada se habrá aclarado porque España continuará con un Gobierno en funciones y sin perspectivas de cambio. Albert Rivera tomó una decisión política para hacer virar su abstención hacia un «sí» a Rajoy. Después, su partido ha ido perfilando los detalles de esa decisión en una ardua negociación, con cesiones muy relevantes por las dos partes. Desde luego, es digno de elogio porque ha pesado más el interés por poner fin al bloqueo que la imposición de postulados en un momento político en el que no deberían caber los chantajes. Sin embargo, Sánchez sigue anclado en sus propias obsesiones meditando la provocación de nuevos comicios o buscando un paupérrimo acuerdo de última hora con Podemos y el independentismo para gozar de opciones. A estas alturas, las medias tintas no sirven de nada. Pedro Sánchez está demostrando ser un lastre para el PSOE y para España. Su incapacidad para alcanzar acuerdos lógicos de gobernabilidad es tan manifiesta como su acomplejado desprecio al PP y a la derecha, aunque hayan ganado con claridad las elecciones. Sánchez ha decidido abocar a su partido a afrontar el riesgo de unas nuevas elecciones y a asumir el peligro de un nuevo desastre. Con Sánchez al frente, el PSOE solo acumula derrotas históricas: son datos objetivos por más que su camarilla de aduladores tacticistas quiera maquillar los resultados. El acuerdo suscrito por el PP y Ciudadanos es más que razonable y responde a muchas expectativas ciudadanas porque hay reformas amplias y regeneración. El fin del bloqueo solo depende del PSOE, pero lamentablemente poco o nada cabe esperar de Sánchez.