Tonia Etxarri-El Correo

Después de 44 años, cuando el Estatuto de Gernika (el primero de la España de las autonomías) se aprobó en las Cortes y fue ratificado en referéndum, la conmemoración del aniversario de la puesta en marcha de la norma que favoreció la convivencia democrática en un País Vasco plural y la situó en el umbral de la mayor autonomía de Europa, pasa desapercibida. La apelación a la memoria del consenso discurre por senderos aislados entre los partidos que dicen defender la Constitución (PP y PSOE). Feijóo lo celebró en Gernika, con Iturgaiz y Javier de Andrés. Un día después, los socialistas en Vitoria. Los populares reivindicando el marco constitucional. Eneko Andueza hablando de «Estatuto plural» pero, para cobijar a todos los vascos (y vascas), el dirigente socialista no se dirigía al PP. Tan sólo a las fuerzas nacionalistas que, como no podía ser de otra manera, están en otro carril.

Que el PNV reclame al presidente en funciones la concreción del traspaso de una veintena de competencias se da por hecho. Pero que quiera amarrar un reconocimiento de que Euskadi es una nación da la dimensión de su apuesta por revalorizar sus cinco escaños para apoyar la investidura del Pedro Sánchez.

Con la hoguera de Puigdemont más avivada que nunca (ahora exige reconocer la «nación catalana» en un acuerdo paralelo al de la amnistía) gracias al combustible que le está proporcionando Sánchez, el PNV no quiere dejar pasar su oportunidad. Faltan pocos meses para que tenga que medir su fuerza electoral con Bildu. Quiere aprovechar la vía abierta por el prófugo Puigdemont ¿Nación catalana? !la vasca también! Al PNV le interesa apoyar a Sánchez por múltiples razones. No se van a ver en una situación más favorable a sus intereses como la actual, por mucho que Feijóo se haya mostrado comprensivo con ellos. En la política económica y social de Pedro y Yolanda sus diferencias tienen mayor alcance que el de la recurrente invasión de competencias. La reclamación de la nación vasca, en su sueño confederal, y el derecho a decidir nos transporta a la ponencia del nuevo Estatuto (estatus) que dormita en el Parlamento vasco, a la espera de mayor consenso. Con tres proyectos distintos: el del PNV, secundado por el PSE y Podemos, el de Bildu y el del PP.

Si se llegara a aprobar, el partido de Andoni Ortuzar sabe que esta vez no fracasaría en el Congreso de los Diputados, como le ocurrió al lehendakari Ibarretxe. Que pasaría el filtro en las Cortes. Por la sencilla razón de que el mismo Partido Socialista que entonces echó para atrás el plan de nacionalismo obligatorio, ahora no pondría objeciones. Pero lo que más le ocupa y preocupa al PNV es garantizarse la Lehendakaritza. Que, una vez se pronuncien las urnas, si se confirma la tendencia al alza de Bildu, los socialistas se decanten por el PNV en vez de facilitar un Gobierno, en Ajuria Enea, de «izquierdas» con Otegi y Podemos. Hay que amarrar todo porque, con Sánchez, nunca se sabe.