Un arranque con lastre

EL CORREO 26/08/13
TONIA ETXARRI

Si el plan de Urkullu sobre paz y convivencia sólo convence a EH Bildu, es que el proyecto está mal concebido

Nada más acabar las fiestas de Bilbao, arranca el curso político con el lastre de la repetición de las viejas costumbres. Volveremos a comprobar que nuestros políticos siguen pregonando el diálogo y practicando el enfrentamiento. Los efectos colaterales de la corrupción y la imposibilidad de construir un relato digno sobre la historia del terrorismo han sido los dos escenarios en donde todos han resbalado sin presentar síntomas de recuperación. Quienes se han quedado de guardia agosteña en Euskadi han empleado palabras gruesas en asuntos tan delicados como el respeto a la memoria y a las víctimas del terrorismo, en donde todos, menos quienes siguen justificando la historia de ETA, debían de haber hecho causa común. De la burla a la Justicia de la que ha hecho gala la izquierda abertzale por el recinto festivo, más o menos ignorada por la gran mayoría política, a excepción del PP y UPyD, queda un poso de resquemor que, sin duda, planeará por la polémica ponencia de paz del Parlamento vasco.
El lehendakari Urkullu tiene casi dos meses por delante hasta que dé su broche final a un proyecto que ha topado con grandes reservas de todos los grupos parlamentarios menos el suyo, el PNV. La izquierda abertzale no acepta las bases éticas de deslegitimación del terrorismo. Sigue tirando balones fuera y prefiere que el debate se sitúe en las causas que originaron, y en su opinión exculparon, la violencia de ETA. Desde el principio, UPyD rechazó participar en un plan que mezclaba todo tipo de violencia para buscar «diluir responsabilidades de ETA». El PP se comprometió a participar, como recuerda Egibar, en la ponencia, pero no a cualquier precio. Y el partido de Arantza Quiroga sigue viendo, en el texto que elaboró el equipo de Jonan Fernández, la tentación de dar un paso atrás en el relato sobre tantos años de terrorismo padecidos en Euskadi «para acercarse a Bildu». Los socialistas pidieron en su día a Urkullu que rehiciera el texto «para eliminar ambigüedades». Pero no se van a quedar ahí. El grupo de trabajo dirigido por Jesús Loza piensa presentar un listado de alegaciones.
Hoy por hoy, parece difícil el consenso sobre un plan para la convivencia en Euskadi después de ETA sin que ETA se haya disuelto todavía. Urkullu sabe que su proyecto, con la única aprobación del PNV y la participación de EH Bildu, supondría un fracaso. Sabe también que la participación de su partido en la conferencia de paz organizada por el alcalde de San Sebastián, a la que no van ni el PP, ni UPyD, ni el PSE, corre el peligro de ser utilizada por la izquierda abertzale. Hasta que se celebre el Pleno de Política General en el Parlamento vasco, el próximo 26 de setiembre, todos los partidos tienen que poner orden en su casa. No se salva nadie. A UPyD le han salido críticos este verano. Candidatos a primarias que no reúnen los avales suficientes, se desaniman y se van. Al PP le ha ido rebotando la pelota de Barcenas hasta el punto de inflexión en el que su portavoz en el Congreso ha tenido que reconocer, por primera vez, la existencia de una «trama» de aprovechados que quisieron convertir el partido en una máquina de hacer dinero.
En Euskadi, al PP vasco le hace falta rellenar el hueco político que ha dejado en agosto. Leopoldo Barreda y Alfonso Alonso tienen un discurso muy elaborado. Pero están en Madrid. Durante las polémicas festivas, el PP ha dado la impresión de haber dejado solo a Carlos Urquijo que, en su papel de delegado del Gobierno, se ha limitado a reclamar el cumplimiento de la ley para evitar la humillación de las víctimas. Tanto es así que Borja Sémper tuvo que emitir un comunicado para explicar que el partido ha apoyado a su compañero alavés. Su presidenta, Arantza Quiroga, ni una palabra. En la gran convención que preparan los populares para la tercera semana de setiembre, su presidenta marcará la línea política para el curso. Será su oportunidad para desvelar sus planes. Pero los suyos han echado de menos una mayor presencia de la dirección del partido en los momentos más tensos del verano.
Los socialistas, en la polémica festiva, han nadado entre dos aguas. Todo dependía de quien hablase. Han pretendido quedar colgados de un falso punto de equilibrio entre Bildu y el PP. Son conscientes de que su imagen, entre los vaivenes de sus compañeros catalanes y las trampas del sindicato amigo UGT en Andalucía después de los ERE fraudulentos que han salpicado a la Junta, no cotiza al alza. Desde Euskadi, Patxi López y Eduardo Madina se preparan para la carrera de relevos en la dirección que ahora ocupa el cuestionado Rubalcaba y aquí sus compañeros intentan tejer un acuerdo estable con el PNV.
Esa será la única compensación a los enfrentamientos en el resto de la política vasca. Los avances sobre el pacto fiscal quedaron señalados cuando terminó el curso político, aunque el PNV se resiste a que el Parlamento pueda tomar decisiones sobre la reforma fiscal. Los socialistas no quieren dar la imagen del «socio preferente» del PNV, entre otras cosas porque «son más las diferencias que las coincidencias» lo que mantienen en política económica. Pero, al final, habrá acuerdo. Si firman un pacto parecido al de la estabilidad, Urkullu tendrá, por fin, sus Presupuestos gracias a los socialistas. Y esta puede ser la reanudación de una gran amistad.