EL MUNDO 11/01/15
AHMED RASHID LAHORE (PAKISTÁN)
Desde hace unos cuantos años se sabe sobradamente en los círculos de Inteligencia, tanto yihadistas como occidentales, que la sección operativa más eficaz de Al Qaeda estaba en Yemen, donde el grupo controlaba territorio, fabricantes de bombas y terroristas suicidas de muy diversas nacionalidades y mostraba adicción a atacar a Occidente.
En consecuencia, este dato hace de la falta de atención prestada a los estrechos vínculos que Said y Chérif Kouachi (los dos hermanos que mataron a 12 personas en la sede parisina del periódico Charlie Hebdo) mantenían con Al Qaeda en Yemen un fallo de Inteligencia aún más catastrófico si cabe.
A diferencia de los grupos de Al Qaeda en Irak y Siria, que han sido derrotados, o han abandonado la lucha, o han sido absorbidos por el creciente poder militar e ideológico del IS [en español, Estado Islámico], Al Qaeda en Yemen nunca ha buscado un enfrentamiento con el Estado Islámico, a pesar de que los dos grupos son rivales.
Al Qaeda en Yemen es casi tan antigua como la Al Qaeda organizada en Afganistán y Pakistán por Osama bin Laden en la década de los ochenta. La familia de Bin Laden era originaria de Yemen y siempre estuvo entre sus objetivos disponer en ese país de una organización operativa permanentemente activa para hacerse con el poder. Él no llegó a verlo en vida, pero hoy es tal el caos allí que es posible que nosotros lleguemos a ver el hundimiento del Estado yemení y que el poder caiga en manos de Al Qaeda en Yemen.
La organización ha mantenido el objetivo primigenio de Al Qaeda, es decir, derrocar el capitalismo occidental y acabar con el poder y la influencia de Occidente en Oriente Próximo con el fin de provocar el hundimiento de los regímenes árabes. En otras palabras, atacar al enemigo lejano para socavar y, en último término, destruir al enemigo cercano de los regímenes árabes.
El IS se plantea el objetivo opuesto: apoderarse de territorio árabe, borrar sus fronteras y establecer un estado islámico unitario o califato que se extienda desde Marruecos a la India; en otras palabras, enfrentarse al enemigo cercano en lugar del lejano.
Sin embargo, es el crecimiento fenomenal del IS en los últimos 12 meses lo que ha distraído a la Inteligencia occidental de los objetivos originales de Al Qaeda. Los éxitos del IS en los campos de batalla han llevado a alrededor de 18.000 yihadistas extranjeros, procedentes de 90 países a sumarse al movimiento y a combatir de su lado en Siria e Irak.
A pesar de su renuencia a atacar a Occidente de forma directa, el IS ha proporcionado inspiración y claridad ideológica a muchos extremistas de todo el mundo.
Tal cantidad [de combatientes], entre ellos los miles que han estado yendo y viniendo a y de Europa, tiene superadas a las organizaciones occidentales de Inteligencia hasta el punto de que éstas han tendido a aflojar la vigilancia sobre los militantes todavía comprometidos con los objetivos de la red terrorista Al Qaeda.
Los recientes atentados de Francia se habrán saldado con la muerte de 17 personas, muchas menos que los atentados del 11 de septiembre [de 2001] en Nueva York, pero han tenido prácticamente el mismo efecto de aterrorizar a los gobiernos de toda Europa y de situar la seguridad y la prevención en lugar preferente. Sin duda, en las próximas semanas seremos testigos de sus graves repercusiones sociales, políticas y económicas en Francia y también en otros países europeos.
Eso es exactamente lo que la antigua Al Qaeda ha tratado siempre de hacer (y lo seguirá haciendo): poner de rodillas al capitalismo occidental. Es posible que durante algún tiempo surjan nuevos movimientos rivales y más populares, como el IS , pero, para Occidente, el verdadero peligro a largo plazo sigue siendo Al Qaeda.