EL CORREO 25/07/13
ALBERTO AYALA
La mezcla de reconocimientos justos propició ayer un homenaje un tanto injusto por equidistante
Un cóctel, ya saben, es una mezcla equilibrada de dos o más bebidas que, dosificadas de una forma armónica, producen un sabor nuevo, distinto y agradable. Algo tan sencillo y tan complejo a la vez.
Seguro que en alguna ocasión se han lanzado a intentar emular a Chicote o a alguno de los grandes barmans. Coctelera, hielo, buenos licores, algo de burbuja, el zumo de varias frutas de calidad y… un resultado decepcionante. La combinación de sabores, las medidas o ambas cosas a la vez no encajaban. El producto final, un cóctel desacertado.
Algo parecido se vivió ayer en el Palacio foral de Bizkaia. Nada que reprochar a la celebración de un homenaje a las víctimas en un país en el que tantos se muestran todavía tan cicateros en el reconocimiento a quienes más han sufrido. Ningún pero posible a la lista de homenajeados: víctimas de ETA, de los GAL y del Batallón Vasco Español, así como afectados por la represión de la dictadura franquista y la violencia policial. Máximo nivel institucional en la presidencia del acto, el lehendakari Iñigo Urkullu, y el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao. Pues bien, tan selectos ingredientes, mezclados a partes iguales, alumbraron un desacierto.
El tipo de acto que ayer se celebró en Bilbao para nada responde a la improvisación. Es la plasmación del modelo que ha elegido el primer partido de este país, el PNV, para asentar el nuevo tiempo sin la pesadilla sangrienta de ETA. El modelo Iñigo Urkullu-Jonan Fernández que se refleja en el borrador de Plan de Paz hecho público recientemente.
Las Juntas Generales de Bizkaia acordaron en abril nombrar ilustres del territorio a las víctimas del terrorismo de ETA y a las del terrorismo surgido de las propias entrañas del Estado, que usó siglas como BVE (Batallón Vasco Español) o GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación). La decisión se adoptó con los votos de PNV, PSE y PP.
Sin embargo, hace unos días, José Luis Bilbao, casi siempre avanzadilla de la estrategia de Sabin Etxea, decidió variar el cóctel y añadir dos nuevos ingredientes (víctimas de la represión franquista y de la violencia policial) sin el plácet de los barmans que habían alumbrado la idea original. El resultado, es obvio, un combinado distinto.
El futuro solo será justo si se construye desde la memoria y para ello están de sobra las equidistancias seudo-justificadoras. El terrorismo de ETA merece la condena de cualquier demócrata en sí mismo, aisladamente, porque no se puede matar para imponer ninguna idea. Que la dictadura de Franco, de Pinochet o de Castro son reprobables, por supuesto. Pero lo que no podemos es retroceder en el tiempo hasta la Guerra Civil, como podríamos hacerlo hasta las guerras carlistas o la conquista de Navarra, para facilitar argumentos a quienes no tienen la menor intención de abjurar del pasado.
Quiero creer en la buena fe del PNV al elegir este camino, pero me temo que de poco va a servir el envoltorio. Que el mundo radical se niegue a avanzar puede ser una decepción. Pero que ello, al final, quiebre la unidad en la memoria del resto, sería un gran despropósito.